Beltrán, la mujer Coraje
Vuelta al principio. Tras 17 años al frente de Tahúres Zurdos, la navarra Aurora Beltrán ha decidido reemprender el vuelo con nombre propio. "Borrar lo que he vivido, que mis sentidos vuelvan a nacer, empezar de nuevo como un niño", dice Azulada, el tema que abre su disco solista, Clases de baile, y el primero que estrenó en esta nueva singladura por cuenta propia. Toda una declaración de intenciones.
¿Nos encontramos ante una nueva Aurora? No, tampoco es eso. El espíritu de Tahúres sigue presente, y de hecho el concierto arrancó con un póquer de temas clásicos tan poderosos como Amor tóxico o Él lo predijo, presumiendo de legado, galones y kilómetros a las espaldas. Era su manera de reivindicar a una banda que siempre se quedó a un paso del éxito: demasiado rockera para las radiofórmulas, demasiado poética para un consumo apresurado, demasiado dramática para los tiempos que corren. A Janis Joplin, a la que la pamplonesa quiere recordar con esa poderosa voz quebrada, la tomarían hoy por pasada de rosca.
Aurora Beltrán
Aurora Beltrán (voz, guitarra), Javier Pérez Bala (guitarra eléctrica), Eva Rada (guitarra acústica), Israel Santamaría (teclados), Roberto Palacios (bajo), Javier Pérez (batería), Zafiro (coros). Star Café. Madrid, 7 de mayo. 200 espectadores.
Pervive, sin duda, esa "vena macarrilla" de la que la Beltrán nunca renegó. Pero sucede que a sus 43 años ha encontrado otros cauces para canalizar ese coraje, esa fiereza que le brota a borbotones. Frente a la actitud casi punk pero el mensaje algo cándido de Planeta ruido, un tema rubricado hace una década larga, su nuevo disco en solitario apuesta por unos argumentos más maduros: desde el inexorable camino hacia la extinción (Clases de baile) a la irreversibilidad de los acontecimientos (Vida) o las dentelladas del alzhéimer (Silencio). Será la crisis de los 40, pero la rockera demostró que los años le sientan bien.
A ese componente existencial se le suma la exaltación del papel femenino. Sin estridencias, desde luego, pero sin bajar ni un momento la mirada. Llega la hora de cambiar el orden del mundo, y Walkirias pretende ser el nuevo himno -algo obvio, dicho sin acritud- para esas "amazonas del siglo XXI". No se pudo apuntar a la fiesta Carmen París, que lo canta en el álbum, pero sí comparecieron Eva Amaral, combativa en Florecita, y Belén Arjona, que se preparó Azulada a conciencia. Y a todas ellas debemos añadir la enigmática presencia de Zafiro, corista espídica y andrógina, como sacada de las primeras películas de Almodóvar, que no paró de contonearse junto a la jefa Beltrán.
Entre tanta chica, sobresalió la guitarra de combustión lenta Pérez Bala. La participación de los invitados masculinos, en cambio, resultó más testimonial. Sobre todo la de Johnny Cifuentes, de Burning, al que apenas se le escuchó una sílaba durante la interpretación de Ojos trampa. Jaime Urrutia, con poco ensayo y mucho oficio, salvó los muebles en la estupenda lectura de Candy, de Iggy Pop. "Pensé que este tema era de Loquillo", se burló el ex Gabinete Caligari, puesto que es el espigado José María Sanz quien lo canta en Clases de baile.
A la hora de los bises aún llegarían otras adaptaciones al castellano: Walk this way, de Aerosmith, y (al diablo con los complejos) Ordinary world, de Duran Duran. Queda ahora por responder la pregunta del millón: ¿quién sería el espabilado que decidió no publicar aquel álbum de versiones que grabaron los Zurdos?
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