El pintor de la Galicia luminosa
Una historiadora saca del olvido la obra del eumés Abelardo Miguel
La frontera que separa a un pintor que obtiene el reconocimiento público de otro que se queda para siempre en el anonimato es muy estrecha y, en ocasiones, es la casualidad la que permite redescubrir a un artista que parecía destinado a seguir en el olvido.
La historia de Abelardo Miguel es la de un pintor que nunca quiso salir de Pontedeume y que nunca mostró interés por conseguir la fama pese a que sus cuadros se vendían muy bien. Ahora, su prolífica obra está siendo catalogada por la historiadora María Fidalgo, que ha vuelto desde Sevilla a su tierra natal para recopilar la mayor cantidad de información sobre los cuadros del pintor, al que conoció personalmente ya que ambos vivieron en Pontedeume y sus familias tenían contactos frecuentes. Miguel murió en esta localidad coruñesa en 1991.
Negó un cuadro a Franco porque se lo había reservado a un amigo
Miguel se formó en la Academia de San Fernando y en Roma
Uno de los últimos hallazgos fue un mural que hizo para O Castro
Curiosamente la obra del artista eumés parece despertar más atención fuera de Galicia que en su propia tierra. Fidalgo no consiguió convencer a sus profesores de la Universidad de Santiago para que le dejasen hacer su tesis doctoral sobre la obra de Miguel, pero sí logró su objetivo sin problemas en la Universidad de Sevilla.
Abelardo Miguel tuvo una sólida formación, ya que estudió en la Academia de San Fernando y en Roma, después de que su ingreso previsto en la institución madrileña se viese frustrado por el inicio de la Guerra Civil. Sus cuadros son los de un pintor costumbrista que parecía vivir ajeno a la influencia de los diversos movimientos de vanguardia que sacudieron el arte europeo a lo largo de diversas décadas del siglo XX.
La historiadora argumenta que la obra del artista de Ontedeume podría incluirse entre las de los pintores gallegos que hicieron de la identidad uno de sus temas centrales, porque su obra se caracteriza por la presencia habitual de paisajes de distintos puntos de Galicia y de gente sencilla atareada en sus labores cotidianas. El mundo del mar es el escenario preferido por un pintor que también tenía predilección por retratar a campesinos y que siempre presenta a estos protagonistas de sus cuadros con los rasgos del respeto y la impronta de la dignidad.
Entre las anécdotas que rodean su trayectoria hay que citar que el propio Francisco Franco se interesó por un cuadro suyo durante una de sus tradicionales estancias de verano en Galicia. Sin embargo, el dictador no logró satisfacer su capricho porque el pintor había reservado el cuadro para un amigo y cumplió su palabra pese a que en aquellos tiempos no estaba nada bien visto ni era fácil resistirse a los deseos del generalísimo.
Aunque no le gustaba demasiado salir de Pontedeume, la obra de Abelardo Miguel pudo verse en distintas exposiciones celebradas en Santiago, Vigo y A Coruña. Fuera de Galicia, también se exhibieron sus cuadros en León, Bilbao, Oporto y Lisboa. Fidalgo considera que la calidad de la obra de este artista olvidado merece un mayor reconocimiento en su tierra y espera que pueda llegar a publicarse el catálogo de su obra cuando esté concluido.
Uno de sus últimos hallazgos ha sido un mural que Miguel realizó para la cooperativa de O Castro en la que trata un tema mitológico inédito en la obra del artista. "Creo que junto a Lloréns, Castelao y Seoane, la obra de Abelardo Miguel es la que más se acerca a la captación de la identidad gallega y uno de sus rasgos característicos es que siempre pinta una Galicia luminosa", explica Fidalgo.
Más allá de sus méritos artísticos, la obra de Miguel tiene un indudable valor histórico porque en sus cuadros aparece reflejada una Galicia tradicional que hoy está a punto de desaparecer. Seguramente la calidad de su obra habría sido más apreciada si no se hubiese visto oscurecido por artistas que eligieron el camino del riesgo y la novedad. El artista de Pontedeume fue un pintor clásico que tal vez se vio condenado a vivir en un tiempo equivocado.
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