Denver se suicida

Existen muchos caminos que llevan a la victoria. Una buena defensa, una noche acertada en el ataque, un buen trabajo colectivo o la actuación estelar de los hombres importantes. Si con esto no llega, a veces es suficiente con que el rival esté un peldaño por debajo. Si juegas mal, puedes ganar siempre que el adversario lo haga peor. Esto ocurre en todos los deportes menos en el fútbol, que permite que con cierta frecuencia el que juega peor gane. Y, finalmente, está la vía del suicidio. Esta opción se da en ese tipo de partidos en el que resulta de claridad meridiana que la causa de la derrota no llega por méritos ajenos, sino por una extrema acumulación de deméritos propios. Esto pasó en el tercer y vital partido de la serie entre Los Ángeles Lakers y Denver Nuggets. Los Lakers no estuvieron ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Un poquito de Bryant, la primera parte de Pau, Luke Walton confirmando la importancia de su aportación y poco más. Porcentajes discretos e inferioridad en el rebote (39 por 53). Pero ganaron con una facilidad inesperada.

Nadie recordaba un rendimiento tan malo de las dos estrellas de los Nuggets

Los Lakers forzaron lo justo. Saben que en los 'playoffs' hay que guardar energía

La eliminatoria quedó agonizando porque los Nuggets eligieron el peor día posible para hacerse el harakiri. Ni los más viejos del lugar recordaban un rendimiento tan desacertado como el de Iverson y Anthony (10 de 38 entre ambos), hasta el punto de que en la web de la NBA la califican como "su peor actuación conjunta desde que se reunieron en Denver hace 18 meses". Lo peor del asunto, de ahí su denominación de suicida, es que la causa no fue ni mucho menos la defensa de los Lakers. Una de cada dos veces se zafaban de ella hasta encontrar buenos tiros, de ésos que suelen meter. Pero su falta de puntería fue tan inusual como desmoralizante y terminaron por llevar a la ruina a los de George Karl. Son los peligros de seguir teniendo el star-system como modelo de comportamiento. Dos hacen lo que quieran y el resto lo que les dejan. Con estas premisas, los Nuggets no pueden ni saben ganar en un mal partido de sus estrellas. Ni tienen capacidad defensiva para poder compensar un mal día en el ataque, ni su organización ofensiva, en la que Iverson y Anthony campan a sus anchas y se saltan todos los manuales (si es que los tienen), permite explorar otras opciones de repuesto, llámense Smith, un tipo a vigilar, Kleiza o quien sea.

Sabedores de que en los playoffs hay que ganar y, si se puede, guardar energías, los Lakers forzaron lo justo. Bryant, al que reciben con todos los honores en Denver después del escabroso asunto sexual acaecido en un hotel de las Montañas Rocosas en 2003, meneó un poco el árbol al comienzo del tercer cuarto con nueve puntos seguidos (64-51) y aquello ya no tuvo remedio. Como no lo tiene la serie, que, a más tardar, debe cerrarse el miércoles en Los Ángeles. Antes, esta próxima madrugada, se jugará el cuarto en Denver. Seguro que Iverson y Anthony querrán reivindicar su valía. Viendo cómo está la parejita, no se sabe a qué banquillo dan más miedo.