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Columna
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Espíritu de servicio

Hay personas que entran en la política con una clara vocación de servicio y permanecen fieles a ese ideal a lo largo de su vida. Otros, buscan enriquecerse, y un día llegan a ser ministros. Los hay que aspiran a hacer una buena carrera y aceptan sin vacilar cuantas oportunidades de ascender se les ofrecen. Etelvina Andreu, la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Alicante, pertenece a este último grupo. La decisión de marcharse a Madrid para ocupar la dirección general de Consumo, debemos entenderla como un paso más en el logro de unos objetivos personales. Es probable, sin embargo, que el socialismo alicantino haya pagado un precio muy alto por el ascenso de Andreu, que la opinión pública ha juzgado de forma negativa.

A la hora de escribir, los periodistas solemos tender a la hipérbole que es una manera fácil de despertar el interés del lector sobre un asunto cualquiera. Tal vez por ello, se ha calificado la carrera política de Etelvina Andreu de meteórica. Convendría matizar la expresión y esforzarnos en ver esta carrera en sus justos términos. Desde luego, no es mal recorrido pasar, en tan sólo cinco años, de militante de base a una dirección general en Madrid. Pero, amistades a parte, ¿cuál ha sido la actuación efectiva de Etelvina Andreu en la vida pública? Como delegada del Gobierno en Alicante, su trabajo resultó discreto y nada hay en su trayectoria -ni bueno, ni malo- que merezca ser destacado. Mejor comportamiento tuvo durante la campaña electoral. Pese a perder las elecciones, su forma de tratar la política aportó un aire nuevo que muchas personas valoramos de manera positiva

Todo el mundo esperaba que, una vez en el ayuntamiento, Andreu ejercería una oposición firme al gobierno de Díaz Alperi. Ella misma lo había asegurado en repetidas ocasiones a la prensa. Pronto se vio que las cosas no se desarrollaban de la manera prevista. Sin llegar a la pasividad de los tiempos de Blas Bernal y de Ángel Franco, la oposición que realizaban los socialistas era una oposición forzada, a la que faltaba ambición. Andreu, y con ella el resto del grupo municipal, caminaban siempre a remolque de las decisiones del Partido Popular. Es evidente que Andreu no es una corredora de fondo y carece de espíritu de sacrificio cuando se ve en la oposición. Sus condiciones de líder, capaz de armar y de dirigir un equipo, con el trabajo de organización que ello supone, no llegaron a aflorar.

Si este asunto afectara en exclusiva a las relaciones entre Etelvina Andreu y los socialistas alicantinos, no habría mucho más que añadir a lo que hemos escrito. Se trataría de un problema que deberían arreglar entre ellos, del modo que juzgaran conveniente. No es este el caso, en mi opinión. La marcha de Andreu traslada a los ciudadanos una falta de responsabilidad que daña al Partido Socialista. Al desertar de su puesto en el Ayuntamiento -de una deserción se trata, por mucho que pretenda justificarlo-, Andreu da la espalda a quienes confiaron en ella y le entregaron su voto. El aire de renovación que aportó a la campaña electoral, la frescura de sus intervenciones, hicieron pensar a muchas personas que era la candidata que Alicante necesitaba tras años de corrupción y estancamiento. Pero la portavoz socialista no ha sido capaz de mantener su compromiso. En unas declaraciones publicadas el 30 de mayo de 2007, Etelvina Andreu manifestaba: "Si los ciudadanos te colocan como alcalde, como si lo hacen al frente de la oposición, es lo que tienes que hacer y hacerlo bien". Once meses después, abandona su puesto para marchar a Madrid.

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