Paisajes movedizos

Nueva edición de Radicals Lliure, el ciclo que desde el año pasado el Teatre Lliure dedica a la creación escénica contemporánea. Con una programación más extensa que la de 2007 y diría que más dilatada a lo largo del mes de abril -más funciones de cada montaje hasta el 4 de mayo-, lo que de entrada, vistos estos seis primeros montajes, podemos afirmar es que el término radical no tiene que ver siempre con un modo extremado o violento de exponer el proyecto, sino más bien con la raíz, la esencia de cada proyecto en sí. Un panorama ecléctico para todos los gustos e incluso edades.

- Roger Bernat fue el que inauguró el ciclo con un juego escénico que, ya no por azar, sino más bien por falta de ensayos, no acabó de dar el resultado esperado el día de su estreno. Y es que Domini públic es el primer paso de un trabajo de investigación sobre la figura del público que acabará de desarrollarse en otras ciudades europeas. Agotadas las posibilidades escénicas del intérprete, el nuevo enfoque va dirigido al espectador como parte activa y decisiva de su última propuesta.

Equipados con unos auriculares, los espectadores salen a la plaza de Margarita Xirgu entre comentarios jocosos y miradas perplejas al son de La flauta mágica, de Mozart, que hace las veces de hilo musical. Las instrucciones son muy claras y con ellas empieza la acción. Una batería de preguntas personales a las que cada uno ha de responder según su condición y criterio provocan una serie de movimientos individuales y colectivos que culminan en un juego de rol entre buenos, malos y policías.

De este modo la interacción se da a varios niveles: cada uno consigo mismo, que podríamos llamar nivel de honestidad; cada uno con relación a los demás (nivel de cotilleo); cada uno como parte de un grupo (nivel colectivo), y finalmente, el grupo de los que participan con relación al de los que no, que está compuesto por quienes pasan por allí o salen de un estreno del Mercat, los auténticos espectadores de Domini públic aunque no capten nada de lo que ocurre ya que ellos no llevan auriculares y han de contentarse con formar parte de una especie de nivel ajeno. Es un juego curioso, divertido y embarazoso a partes iguales en el que Bernat se erige el Deus ex machina del asunto, o mejor dicho, en el ser supremo que juega a la Play Station con nosotros.

- 'Trigger' (gatillo en inglés) explora la relación de dependencia que puede llegar a establecerse entre una pareja basándose en una en concreto, la que formaron el novelista estadounidense William Burroughs y su mujer, Joan Vollmer. Maria Stamenkovic y Guillaume Marie parten de la leyenda que rodeó la muerte de ella (Burroughs mató a su mujer de un disparo en la cabeza mientras intentaba emular a Guillermo Tell con manzana y todo), para trascenderla y desarrollar su trabajo en un cuadrado perfectamente acotado y lleno de pequeñas piedras, cantos rodados que, bajo los movimientos de la pareja, impregnan el conjunto de una sonoridad crujiente. Y es que la banda sonora es tan protagonista de Trigger como lo son la iluminación y la textura cinematográfica de las imágenes que nos ofrecen, esa atmósfera cargada de tensión de las películas de gánsteres en blanco y negro de los años cincuenta. No cuenta tanto lo que pasa entre ambos como la sensación de distancia, incomunicación y cautiverio que transmiten, sobre todo Maria Stamenkovic con sus precisos arrebatos de coleóptero (como bailarina ha colaborado, entre otros, con Jan Fabre). Un inquietante montaje de emociones.

- El montaje de los Playground, compañía de teatro visual creada por Xavier Bobés en 2003, parte de una idea que planea también sobre Trigger, la de la soledad, pero lo hace desde una óptica totalmente distinta, mucho más alegre y juguetona. El rei de la soledat es también el rey de la imaginación y de los recursos escénicos, un juego en el que la manipulación de objetos pretéritos y como tales apartados de la funcionalidad cotidiana se reivindica, y acaban encontrando su espacio y su sentido en el terreno de la ficción. Un montaje teñido de melancolía para los adultos que pueden disfrutar también los pequeños.

- 'Protégeme, instrúyeme 1.1' es una primera aproximación de lo que será la versión definitiva del montaje, que se estrenará en el Far Festival de Nyon, Suiza, en agosto, pero ya apunta una serie de reflexiones plasmadas a través de una serie de acciones que son, sin duda, contundentes. La familia, al menos escénica, compuesta por Juan Navarro, su hijo Iago y Núria Lloansi parten del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que afecta a tantos escolares, en concreto al pequeño Iago, de nueve años, para trazar una parábola con la que acaban cuestionando la supuesta protección que el Estado ejerce sobre los ciudadanos y descubrir que, más que mirar por nuestro bien, lo que se busca es la rentabilidad económica a través de eslóganes publicitarios. Es contundente, incluso hiriente, cómo Juan y Núria instruyen al pequeño Iago para que sea capaz de afrontar su futuro, y es desde luego interesante la ironía y el escepticismo con que se distancian de las imposiciones de la sociedad contemporánea.

- Sergi Fäustino, por su parte, sigue en la misma línea de su montaje anterior, De los condenados, presentado en la pasada edición de Radicals: continúa estudiando las posibilidades de la ficción escénica y sus perspectivas a partir de dos intérpretes que escenifican varias conversaciones simultáneas que tienen lugar en el hall de un hotel, el Duques de Bergara del título. Desde la descripción del hall que Mònica Muntaner, por un lado, y David Espinosa, por otro, nos ofrecen al mismo tiempo, aunque con apreciaciones totalmente opuestas e incluso previsibles, hasta su desdoblamiento en otros personajes que se hallan en ese mismo contexto, el conjunto no pasa de un ejercicio formal con cierta gracia, un rompecabezas sencillo y simpático sin más.

- Joan Baixas sigue en su línea intimista y poética plasmando sus experiencias vitales y aprovecha el ciclo para brindar por una joven a la que conoció en uno de sus viajes a lo largo y ancho de este mundo. La historia de Zoé, que Baixas nos cuenta acompañado en escena por Agustí Fernández y su piano, es tan improbable como conmovedora y, aun así, verídica. Cuatro improvisaciones de pintura y piano conforman un viaje sonoro y plástico hacia las entrañas del mundo y sus alcantarillas. El paisaje de la desolación. Con ratas y todo.