Sánchez Galán en la trinchera

La llegada de Miguel Sebastián al Ministerio de Industria coincide con otra racha de alta tensión en el sector energético, que se precipita hacia una reordenación empresarial. Le toca tutelarla. Su gestión debe servir para clarificar el panorama ante los cambios que se avecinan en Europa. En su investidura, renovó la apuesta por las energías renovables, lo que no es poco en un momento en el que el debate sobre la energía nuclear es cada vez más intenso. Pero el ministro tiene el ojo clavado en los movimientos empresariales.

Sebastián ya ha puesto en tiempo real todo lo que se cuece en el sector. Le han empezado a llegar los mensajes, las maniobras, las intoxicaciones, los navajazos, las verdades y mentiras que rodean este lado del mundo empresarial. Ha tenido oportunidad de hablar en privado con alguno de los protagonistas -incluso antes de que su nombramiento fuera oficial-, ha sondeado las posibilidades que se abren y ha comprobado el estado de la maquinaria. El futuro del sector va a depender en gran parte de la capacidad de maniobra de Sebastián, que ya como jefe de la Oficina Económica recogió experiencias de la operación Endesa (y de otras) que ahora le pueden venir muy bien. Algunas para no repetir.

Sebastián peleó para que las competencias de Energía se mantuvieran en Industria en contra del criterio de Pedro Solbes, que las quería en Economía. Ahora ambos comparten la necesidad de rediseñar el mapa eléctrico, que al parecer pasa por la formación de dos grandes grupos que acompañen a Endesa. Por un lado, el formado por Iberdrola y Gas Natural (GN), y, por otro, el que saldría de Unión Fenosa con activos de Iberdrola, correspondientes al 12,5% que tiene ACS.

La integración de Iberdrola y GN, que ya suma dos fracasos (2000 y 2003), está dentro de toda lógica, porque se complementan. Además, parece contar con la aprobación de los principales accionistas. Es decir, Repsol y La Caixa, por parte de GN; ACS, que además del paquete de Iberdrola controla Fenosa, e incluso de la BBK (7,5% de Iberdrola), hasta la fecha ambigua a la espera, seguramente, de las señales del PNV (Iberdrola es una empresa vasca).

Pero al presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, no le gusta. Tiene el ánimo muy picado y apenas ha escuchado los planteamientos. Espera contarle al ministro sus desdichas la próxima semana. Recientemente cenó con Isidro Fainé, presidente de La Caixa, y Antonio Brufau, de Repsol; pero sólo sirvió para constatar que el acuerdo no es posible, a pesar de que le aseguraron la presidencia, la estructura organizativa y un canje razonable (una acción por cada tres). Sin embargo, faltaban otros factores como los beneficios por acción y la venta de activos. Galán, crecido tras recibir en la junta el respaldo del 80% de los 300.000 accionistas y especialmente de casi una docena de cajas, se sintió fuerte.

Por ahí discurre el discurso de Galán, que en definitiva prefiere mandar en solitario. Lo que realmente ansía es quitarse del medio a Florentino Pérez, presidente de ACS, al que Galán no quiere ver ni en pintura. Le considera su diablo particular, le acusa de colarse sin avisar en Iberdrola para fusionarla con Fenosa y de traer a EDF. Esa irrupción le llevó a encastillarse y orquestar una estrategia defensiva que consistió en diluir las participaciones mediante la adquisición de Scottish Power y Energy East (Estados Unidos), de las que muchos accionistas se enteraron por la prensa.

El atrincheramiento de Galán, que en muchas facetas recuerda el que desplegó el hoy diputado del PP Manuel Pizarro en Endesa contra la OPA de GN, sirvió para engordar el valor de Iberdrola, precisamente porque el mercado espera una operación. Pero si el interés se desvanece, cualquier posible OPA se abarata. Sería la oportunidad de EDF, que últimamente parece más inclinada por British Energy (¿retirada estratégica?), y de la propia E.ON, que no se conforma sólo con Viesgo.

Los franceses cuentan con las opciones de comprar la participación de ACS en Iberdrola e, incluso, en Fenosa. También cabe que compre GN y que ACS se haga más fuerte en Iberdrola. Todo es posible. Pero el aguerrido ejecutivo salmantino, que empezó vendiendo baterías Tudor por el mundo junto al consejero delegado de Endesa, Rafael Miranda (¡las vueltas que da la vida!), y revolucionó el sector cuando aterrizó en Iberdrola, es muy duro de pelar.