Kobe manda otro recado

La temporada en la NBA es muy larga: 82 partidos en la fase regular, alrededor de 100 si haces algo bueno en los playoffs. No resulta fácil mantener la motivación, las ansias de salir, hasta cuatro noches por semana, a darlo todo. Ante esa tesitura, los jugadores han de buscarse otros elementos estimulantes además del que emana del gran objetivo, que no es otro que la victoria. Una rivalidad personal, una reivindicación, un conflicto latente. Cualquier cosa, orientada positivamente en la pista, puede valer. A Kobe Bryant le sobran los motivos. Después de tres temporadas donde los líos superaban sus andanzas deportivas (hazañas incluidas, que haberlas hubo) se siente con posibilidades de optar a su cuarto anillo. Sólo con esto sería suficiente para ponerse como una moto, pero hay más. La primera ronda le enfrenta a dos colegas o brothers como Iverson y Carmelo Anthony, genuinos jugones.

Sólo hace falta observar las miradas que se lanzan o cómo se retan cuando el juego les coloca uno frente a otro para darse cuenta de que además del partido oficial, ellos disputan otro particular, cercano al estilo del baloncesto de la calle. Por si no fuera suficiente, desde mitad de temporada, la lista de aspirantes al MVP se ha reducido a dos: Chris Paul, de los Nueva Orleans Hornets, y el propio Kobe. Y resulta que Paul, 24 horas antes del segundo partido entre Lakers y Nuggets, había completado una actuación de ensueño con 32 puntos y 17 rebotes que ha dejado a Dallas con un pie en las vacaciones. Para completar el cuadro, Bryant venía de un inicio de serie algo defectuoso, donde Pau Gasol le quitó en buena parte el foco de atención. A todo esto tenía que atender Bryant en este segundo acto contra Denver, y lo hizo como él sabe. A lo bestia, con 49 puntos por los 18 y 10 rebotes de Gasol.

Kobe no tiene medida, como corresponde a un jugador que ha sido capaz de meter 81 puntos en un partido. Pero esta marca, que quedará para los anales, no es como el 8,90 de Bob Beamon. Kobe se planta en los 40-50 con una asiduidad que habla de una máquina de meter puntos cercana a la perfección. Y quien dice perfección, dice Michael Jordan. Atlético, técnico, elegante, ambicioso, insaciable. ¿Individualista? ¿Se puede acusar de individualista a alguien que mete 49 puntos con un 66% de acierto de tiro, 55% en triples, 88% en tiros libres y que lo completa con 10 asistencias? Eso no es individualismo, sino aprovechar al máximo a un jugador que cuando coge la onda, resulta devastador. Denver sufrió hasta la exasperación un nuevo ejemplo de los efectos de este huracán. "Tal como estaba, podríamos haber puesto a 10 jugadores en la cancha y seguramente no lo habríamos podido parar", dijo su rival Iverson al final del partido. Bryant estuvo imperial en el primer cuarto con 20 puntos, necesarios para que unos Nuggets más centrados no pusiesen tierra de por medio. Y repitió faena en el cuarto con otros 19, definitivos para la suerte de un partido que a falta de siete minutos estaba en el alero.

¿Gasol? Bien, gracias. 18 puntos y 10 rebotes. Para la mayoría, grandes números. Para él, lo normal. Pau conoce de sobra su papel y cuando Bryant entra en éxtasis, pues a disfrutarlo y echar una mano cuando haga falta. Que mayores exigencias están por llegar. Mientras tanto, Kobe sigue mandando recados. Es el mejor y lo quiere todo.