Caminos con joyas
Mencionar el valle de Boí es hacerlo de las iglesias románicas, unos templos con un estilo único y original. Hablar del valle de Boí es reconocer el magnífico románico lombardo que caracteriza nueve pequeñas iglesias construidas entre los siglos XI y XII. Este arte ubicado en un espléndido valle en el corazón del Pirineo, perdido en medio de las altas montañas y anclado en el tiempo desde hace más de 1.000 años, es considerado una de las joyas catalanas más preciadas. Y si se combina estas obras maestras de la arquitectura medieval con las impresionantes rocas que se elevan hacia el cielo, el resultado es una explosión mágica de naturaleza y arte.
Uno de estos rincones mágicos del valle de Boí es Durro, un pequeño lugar formado por casitas de piedra con encanto distribuidas alrededor de uno de los nueve templos románicos del valle: la iglesia de Santa María de la Natividad. Su altivo campanario destaca por encima de los tejados de pizarra del pueblo de Durro e invita a la relajación.
Es en esta aldea de montaña donde se inicia la Ruta de la Fauna del Pirineo, un itinerario muy bien señalizado y con numerosos carteles explicativos de la fauna y de la flora del valle y que no deja al caminante indiferente. La excursión se lleva a cabo por senderos y caminitos fáciles de recorrer. Es una ruta ideal para hacerla con la familia y se convierte en toda una aventura para los más pequeños.
La ubicación geográfica norte de Durro recomienda que el visitante descubra la ruta a partir del mediodía, cuando el sol le acompañará. Un detalle que hay que tener en cuenta: la ruta por este rincón del románico está cerrada en invierno para los caminantes de a pie a causa de la nieve y es recomendable hacer la excursión durante las otras tres estaciones del año. A la salida de Durro, el caminante otea pronto el segundo templo románico del itinerario: la ermita de Sant Quirc. Ubicada en la ladera de la montaña, la ermita es un mirador natural perfecto inmejorable sobre todo el valle de Boí. El paseo por esta joya románica del Pirineo es una obligación para el gourmet excursionista, que puede finalizar degustando una buena cena en Villa Maria, un caserón a pie de carretera en Llesp.
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