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Columna
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Se necesita guerra

Tal día como hoy, en 1982, el general Leopoldo Galtieri declaró la guerra nada menos que al imperio británico, bajo pretexto de recuperar para Argentina el archipiélago de las Malvinas, allá donde Colón perdió el gorro. Cronistas e historiadores acreditaron el desastre de tanto despropósito, desde el toque de a rebato hasta la humillante rendición en aquel invierno austral. Para la junta militar, aquel episodio que precipitó su declive fue algo más que un entretenimiento con víctimas. Agotado su modelo económico, el país sucumbía a la recesión, la inactividad económica, el empobrecimiento de las clases medias, los salarios depreciados y el aumento de la pobreza. Los milicos necesitaban con premura un evento, que diría Francisco Camps, para recuperar el crédito entre sectores sociales sensibles al discurso patriótico. Et voilà, una de hazañas bélicas. No es por establecer semejanzas entre la dictadura argentina y el régimen del PP valenciano, pero resulta inevitable pensar en aquel episodio de 26 años atrás ante cada ocurrencia del Gobierno valenciano con vistas a entretener a la parroquia, ya de por sí bastante entontecida, mientras aplica la política de Robin Hood, justo al revés: quitar al pobre para que no le falte al rico. Que viene a ser lo mismo que dinamitar los servicios públicos o impedir que los beneficios de la ley de Dependencia alcancen a los más necesitados, que ya es abusar, entre tanto construye circuitos de bólidos, monta partidos de fútbol para ancianidades o se desvela para satisfacer el menor deseo del sector inmobiliario, de las consignatarias del puerto o del oscuro gremio del confesionario.

Está bien. Después del fútbol llegará el congreso para ofrendar nuevas glorias a Rajoy y quién sabe si el mundial de petanca. Que no falte una queja y, si es menester, el manifiesto callejero por el trasvase del Volga y contra Zapatero, culpable de que ardan contenedores en los dominios de Rita Barberá o de que el vecino del cuarto sufra de hemorroides. Pero no se hagan ilusiones, porque a todo cerdo le llega su San Martín y el globo estallará. Es decir, que se acaban los bancos capaces de alimentar tanta insolvencia y endeudamiento. O se despereza el poder judicial y pasado mañana dictan sentencia del caso Fabra. O el Tribunal Supremo se pone las pilas y comienza a pedir suplicatorios en serie para ajustar cuentas a toda la legión de patibularios aforados que prefirieron un escaño antes que un país sin tratado de extradición. O que el personal se vuelve impermeable y crítico a las apesebradas arengas de tertulianos y demás versiones del periodismo basura. Incluso es posible que cambie el código genético de la oposición y hallen métodos e instrumentos para conectar con la mayor parte de un electorado que no participa del reparto de dividendos en el exiguo y sobreexplotado botín del presupuesto y patrimonio públicos. Cuando los carteles y la propaganda no impiden que el descontento emerja por las alcantarillas del sistema, urge declarar la guerra. Camps necesita un enemigo a la medida. Debería probar con Tanzania o por ahí. Seguro que cuela.

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