"Alinghi fue el amigo invisible de mi infancia"
Podría pensarse que la expresión "un hombre que lo tiene todo" se inventó pensando en Ernesto Bertarelli. Es guapo, brillante, está casado con la magnífica Kirsty, ex miss Reino Unido, y hace gala de una proverbial elegancia italiana al presentarse a la entrevista. Pero aparte ostenta el puesto número 75 en la lista de mayores fortunas del mundo de la revista Forbes y es el patrón del Alinghi, el barco ganador de la reciente Copa del América. Como tarjeta de presentación, no está nada mal.
El patrón del barco ganador de la Copa del América también se declara trabajador
¿Se define como navegante u hombre de negocios? "Ante todo soy un empresario", explica con sencillez mientras se sirve cubitos en la bebida, "puesto que la vela es mi pasión, pero jamás he ganado dinero gracias a ella". De hecho, la inmensa fortuna de Bertarelli, de 42 años, es fruto de la industria farmacéutica, campo en el que entraría tras heredar a la muerte de su padre la empresa Serono y venderla en 2006 al gigante alemán Merck por la friolera de 8.500 millones de euros. Un campo en el que aún trabaja cuando no está en el Alinghi.
Graduado en la prestigiosa escuela de negocios de Harvard, contesta a las preguntas con cordialidad no exenta de una cierta distancia, aunque en varias ocasiones toca el brazo de su interlocutor para atraer su atención. Algo, sin duda, muy poco suizo y que recuerda los orígenes romanos del patrón del Alinghi. ¿Y por qué ese nombre? "Es una historia muy íntima", rememora con una sonrisa, "y que se remonta a mi infancia. Alinghi era una palabra que inventamos con mi hermana para referirnos a un amigo invisible". Un término "surgido de la imaginación de dos niños" y que serviría para bautizar su primer barco infantil, regalo de su padre.
Bertarelli no oculta su entusiasmo al hablar de Valencia, ciudad a la que él convirtió en sede de la Copa del América. "Pienso ser leal a Valencia, porque la ciudad lo ha sido conmigo", enfatiza antes de aclarar: "Creo que el proyecto fue un éxito gracias al compromiso de la ciudad y sus autoridades". En su opinión, la pasada Copa del América fue "la verdadera fiesta de la vela. "Tengo muchas esperanzas de poder volver a llevar la competición allí en 2011. Mi compromiso con Valencia es sin equívocos".
Un puerto que le verá en estos días retomar los entrenamientos junto a su gente. Y es que de este hombre se comenta que, a diferencia de otros millonarios, él realmente trabaja cada día y convive con su tripulación. Su implicación no se limita a "llegar el día de la recogida de premios". "Es cierto", comenta, "pues yo no soy patrocinador de un equipo, sino que lo hago por auténtica pasión. Cuando en el futuro no pueda navegar dejaré de invertir sumas importantes en este deporte".
Momentos antes del encuentro, uno de sus colaboradores se interrogaba en voz alta: "¿Alguien como él tiene tiempo para, por ejemplo, ir a buscar a sus hijos a la escuela?". Buena pregunta. ¿Puede dedicarse a actividades tan cotidianas para el común de los mortales? El milmillonario italo-suizo se distiende mientras explica: "Esta mañana he preparado un par de tortillas con queso a mis hijos. Y tuve que tirarlas y rehacerlas porque a los niños no les gustaron. Algo típico", ríe y concluye: "Pero lo cierto es que intento llevar una vida familiar lo más normal posible".
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