Cómo y dónde atrapar lo inasible
El musicólogo Joaquín Díaz lleva cuatro décadas recopilando ecos y vestigios de la cultura oral
La música tocada se esfuma. También las palabras dichas. Joaquín Díaz (Zamora, 1947) ha querido toda su vida preservar el recuerdo de la música y la literatura popular, también las danzas y costumbres antiguas, y en cuatro décadas ha conseguido recopilar miles de documentos sonoros y visuales, testimonios, pliegos de ciego, instrumentos folclóricos, grabados de trajes y fotografías que preservan una memoria en muchos casos extinguida. Joaquín Díaz piensa que la manera de mantener viva esa herencia es recoger el testigo de la tradición oral y aportar a su vez algo propio. Por eso ha grabado más de sesenta discos en los que recrea viejos romances y canciones de distintas épocas. Canta y toca varios instrumentos, pero decidió dejar de actuar en público en 1976 para dedicarse a la investigación. Es autor de medio centenar de libros. Pese a su afán coleccionista, no es alguien atado a las posesiones. "Mi padre me hizo despreciar lo material. No me he comprado ni coche, ni casa", dice. Pero vive en una casona del siglo XVIII, en la localidad vallisoletana de Urueña, que es la sede de la fundación que lleva su nombre y en la que pone a disposición de investigadores y público interesado todo ese material. Hay biblioteca, fonoteca y exposición de instrumentos musicales. Algunas son piezas de museo y otras parecen tan valiosas como aquéllas, en su hermosa modestia. Todas juntas conforman un sorprendente universo de ecos recobrados, ingente material que poco a poco están volcando en la red (www.funjdiaz.net). Urueña es el rincón perfecto que ha encontrado este músico y etnomusicólogo. Se instaló ahí en 1989, cuando la Diputación de Valladolid le cedió la casona de la Mayorazga para su fundación. Ahora este pueblo amurallado de 150 habitantes, declarado hace un año Villa del Libro, tiene cuatro museos (tres de instrumentos musicales y uno del libro), una decena de librerías, dos estudios de grabación, cinco restaurantes y tres casas rurales, surgidos en estos años a la sombra de la iniciativa de Joaquín Díaz. Sin embargo, él procura que todo ese movimiento a su alrededor no perturbe su silencioso e intenso ritmo de actividades. Desde las seis de la mañana trabaja a diario en su estudio, escribiendo, leyendo y atendiendo visitantes de todo el mundo. Ha conseguido no ponerse al teléfono, sólo contesta e-mails. Se acuesta pronto y cualquiera diría que lleva una vida monacal, pero es una persona que suele estar de muy buen humor, que disfruta de los buenos vinos, sobre todo el champán, y de una buena conversación. El próximo 3 de abril se le entrega la distinción a toda una vida en la ceremonia de los Premios de la Música.
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