2011: La Odisea
Como tiene por costumbre decir el presentador de Pasapalabra, tengo para los 1.214.667 de valencianas y valencianos que concursaron el pasado 9 de marzo y que demostraron no ser adictos a la niña de Rajoy una buena y una mala noticia. La buena noticia es que Victoria Esperanza (con V de Valencia), proclamada triunfalmente en la Plaza de Toros de Valencia en el macromitín del 7 de marzo como la niña de Rajoy, ya será mayorcita (e igual sale de izquierdas) cuando el PP conquiste el Gobierno de España. Que Dios -a quien tan fácilmente patrimonializan- les confunda y que se consuman en luchas intestinas en su torre de Babel. Y que obispos cavernarios, plumillas insidiosos de mala sombra y agoreros varios se les sumen en la desesperación y la envidia. Por los siglos de los siglos Amén.
Tenemos la esperanza de que los próximos cuatro años sirvan para avanzar en un proyecto plural
La mala noticia es la concatenación de dos malas noticias. La primera es que el PP ha aumentado su ventaja en esta trista i dissortada terra. Ha conseguido dos escaños más, ha aumentado su porcentaje de voto en casi un 5% con relación a 2004 y con 1.411.052 votos (el 51,72% ) ha roto su techo electoral. El PSPV-PSOE ha retrocedido posiciones en el 61% de los municipios, mientras que el PP ha mejorado sus resultados en 8 de cada 10 municipios. El mapa político-electoral resultante del 9 de marzo muestra un país casi tan azul como el Mare Nostrum donde solo unas cuantas islitas rojas dejan constancia de las exiguas mayorías de izquierda.
La segunda mala noticia -concatenada con la primera- es que como gustaban en decir los romanos tempus fugit , o sea, que 2011 (la próxima cita electoral) está a la vuelta de la esquina. No hacía falta que el letrista del hermoso bolero (Reloj, no marques las horas...) pusiera tanto empeño. El tiempo, como variable subjetiva, puede hacerse eternamente largo o puñeteramente corto pero, a los efectos que nos atañen, el péndulo no atiende a razones ni esperanzas. Visto lo cual, digo yo, algo habrá que hacer. Por el bien propio y porque la ya larga coexistencia de los socialistas andaluces con las mieles del poder tiene toda la pinta de estar agotándose a la carrera. Esta vez, el lamentable descalabro de Izquierda Unida, la lección de madurez política (ironías de la historia) de los socialistas vascos y catalanes y las retrógradas posiciones del PP (aunque camufladas por un populismo de última hora realmente eficaz) han dado como afortunado resultado una victoria suficiente de la izquierda. Muchos tenemos la esperanza de que los próximos cuatro años sirvan para consolidar y avanzar en un proyecto plural en el que las libertades se impongan a los mercenarios del alma y del bolsillo. Pero las cosas siempre pueden ir a peor y hay que aplicarse.
Y aplicarse sobretodo, nosotros y aquí, de La Sénia al Segura. No es fácil comprender el éxito del mensaje conservador. Ni vivimos de lejos en el mejor de los mundos ni nuestros avezados gobernantes dan muestras de gran finura. Pensamiento vacío, populismo barato y humo, mucho humo. Pero ganan y, por si fuera poco, aumentan su ventaja. Dejo a sociólogos y aficionados a la psicosociología colectiva la penosa tarea de la explicación de la falla. Yo, más humildemente, me quedo con una evidencia no por repetida menos veraz: el triste papel de quienes dicen representar el progreso para nuestro país. Y es que, excepciones aparte, que las hay, el hombre es un animal de costumbres y en la oposición se vive razonablemente bien. La inercia del reposo de la que habla Manuel Peris o el epicúreo dolce far niente.
Ya andan los quinielistas ejerciendo su oficio: que si Alarte, que si Puig, que si se espera un tercero en liza... Creo que se han equivocado de restaurante, de menú y de chef. La cuestión no es decidir -por la vía orgánica, faltaría más- quién nos va a conducir de nuevo a la derrota, sino saber qué grado de conocimiento y aceptación tienen los Alarte, Puig o quien sea por parte de la población, que es la que decide. En lugar de seguir los procedimientos ordinarios, quizá no estaría de más aplicar aquellos de a grandes males, grandes remedios.
Supongo que en los estatutos de marras existirán soluciones para situaciones de emergencia. Y esta lo es. Nadie me ha dado vela en este entierro, pero ello no empece para que -en nombre, si me lo permiten, de los votantes de izquierda- reclame un urgente congreso extraordinario o similar donde además de fijar las líneas programáticas se establezcan mecanismos ágiles y efectivos para llevar a cabo el imprescindible casting, pensando, si no es mucha molestia, en su capacidad de sintonía con el personal. Cuanto antes tengamos candidatos (al menos a la Generalitat y al Ayuntamiento de Valencia) mejor. Y, ya puestos, podrían cerrar Blanquerías durante un mes por reformas y aprovechar para ventilar y aligerar el local de peso muerto.
Mi corazón me pide sumarme al carro de Mayo de 1968 y, con vistas al 2011, aplicar el famoso eslogan: sed realistas: pedid lo imposible. Ganar el 2011 sería realmente una Odisea para la que harían falta varias docenas de Ulises. Pero, al menos, podemos aspirar a un cambio brusco de tendencia y a una derrota dulce que haga abrigar fundadas esperanzas para el 2015. Qué menos.
De mi infancia recuerdo en nebulosa la leche en polvo, los portaviones americanos, la tómbola de D. Marcelino, la riada, las películas de indios y vaqueros de los cines del barrio, la omnipresencia de las Torres de Quart... La juventud la consumí con la transición y con la esperanza de los ochenta. En la supuesta madurez, he tenido que buscar oxígeno en mis entrañas (y en la amistad) para soportar tanta mentira y miseria humana y ver como deshacían el país, mi país. Quizá los dioses del Olimpo me permitan volver a ver un país más libre, con menos complejos, que valore más su lengua, su cultura y su patrimonio. Que acoja la savia de propios y ajenos. Que sepa traducir a los tiempos actuales el clásico ideal del humanismo. Quizá me deparen tal dicha. O quizá no.
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