Apaño de arietes

Dos estilos diametralmente opuestos supusieron el mismo bodrio. Sólo Oliveira se rebeló al caos descarado y reiterativo del Zaragoza; sólo Negredo desobedeció al orden quisquilloso y timorato del Almería. Un gol para cada uno y poco más.

Medroso, el Almería se desentendió sin rubor de la fase ofensiva. Algo extraño porque la propuesta de Emery es atractiva: fundamenta el juego por las alas y sitúa la zaga bastante adelantada. Así, sin ataque y con las líneas apretujadas, el duelo se resolvió en apenas 30 metros, tan atestados como insuficientes para destilar un fútbol ingenioso. Lo acusó Negredo, que, exhausto de carreras inútiles con los dos centrales, bajó los brazos a la espera de un balón medido. Hasta el último resuello no le llegó.

Tampoco le bastó al Zaragoza con el empuje. Retomó Villanueva el dibujo de sus tres predecesores durante el curso, el 4-4-2 con dos medios centro y dos volantes, y el equipo se desapegó de los costados como del cuero en posiciones avanzadas. Ello, sin embargo, supuso el regreso al once inicial de Oliveira, peligro por definición. Y más, ante una defensa adelantada. Pero, bien entrelazada, la última línea del Almería eludió con pasmosa efectividad la velocidad de Oliveira y la habilidad de Diego Milito para romper el fuera de juego. Claro que Oliveira no atiende a galones, defensas cerradas u otras delicadezas como que jugaran con diez porque Gabi se hartó de pegar patadas a todo menos al balón. Oliveira necesita media ocasión para enchufar dos. Ayer le sirvió un saque de esquina de Matuzalem para poner la cabeza. Lo mismo que a Negredo, que remachó otro tras peinarlo Uche.

El Almería cerró el duelo con tres disparos y el Zaragoza con dos. Suficiente para Oliveira y Negredo, que cumplieron ante la incapacidad del resto. Espoleta para el Almería, asentado en la zona media de la tabla, y varapalo para el Zaragoza, a un escaso peldaño de los puestos resbaladizos.