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Darryl Pottorf une en el IVAM lo clásico y lo contemporáneo

Valencia se integra en la obra del artista, discípulo de Rauschenberg

En 1976, Florencia acogió una exposición sobre la obra de Robert Rauschenberg, el artista al que hace cuatro años el IVAM galardonó con el Premio Internacional Julio González. Un joven de 24 años acudió a ver aquella muestra y quedó fascinado por la personalidad de aquel creador y por su obra. Poco después, Darryl Pottorf, que era el nombre de aquel estudiante de Cincinatti, comenzó a trabajar en el estudio de Roschenberg como asistente.

Sus cuadros son una mezcla de "dulzura, corazón, confusión y misterio"

Ayer, Robert Roschenberg, de 82 años, acudió al IVAM para asistir a la inauguración de la exposición Darryl Pottorf. Experimentos en consecuencia, dedicada a uno de sus discípulos más aventajados. Una colección de 55 obras de producción reciente de uno de los creadores americanos más influenciados por el arte europeo. Viajero infatigable, Pottorf ha recorrido diversos lugares de Europa para captar con su cámara aquellos rincones que le hechizan y tratarlos en sus peculiares obras. En la exposición que ayer abrió el IVAM, en la sala de la muralla, hay elementos muy reconocibles para el público valenciano, como la Puerta de los Apóstoles de la Catedral, el Palacio del Marqués de Dos Aguas o vistas parciales de edificios del Barri del Carme, fruto de la visita que el artista norteamericano hizo a la ciudad hace un año y en la que capturó más de 2.000 fotografías que luego trataría en sus cuadros.

La obra de Pottorf, una mezcla de "dulzura, corazón, confusión y misterio", según sus propias palabras, conecta la tradición del Renacimiento italiano con el action painting de la escuela americana, en la fusión de lo clásico y lo contemporáneo, a través de una técnica, inventada por él mismo, que combina pintura, dibujo y fotografía. Una técnica que conoció "por casualidad", después que un huracán, que asoló Florida, dejara algunos de sus lienzos sumergidos en agua durante tres días sin sufrir daños. A partir de esa experiencia, Pottorf descubrió que el agua podía conseguir el efecto que siempre había buscado en sus obras: el que le produjeron los frescos de la pintura renacentista en su primera visita a Florencia, el lugar en el que surgió su "verdadero amor al arte". Hasta entonces, Pottorf había trabajado con recubrimientos realizados con acetona, una sustancia tóxica altamente peligrosa, una muestra de los cuales también está presente en la exposición.

Una exposición en la que Darryl Pottorf, un hombre que "no podría vivir sin el arte", según confesión propia, tomó el relevo de su maestro en el IVAM.

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