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El personaje

"Tuve la tentación de rendirme"

EL PAÍS adelanta algunos pasajes del libro de Isidre Esteve, que quedó tetrapléjico hace un año tras sufrir un accidente en una carrera de motos en Almería

Oriol Puigdemont

"Me llamo Isidre Esteve y antes era piloto de motos, uno de ésos capaces de ganar en un viaje de aventuras, de competir contra la leyenda del desierto, de retar al continente olvidado. Así era hasta que conocí la eternidad del instante (...)".

El 24 de marzo de 2007, el motociclista de raids (La Seu d'Urgell, Lleida; 1972) sufrió un accidente en una carrera en Almería. Quedó tetrapléjico. El próximo miércoles, un año después, presentará su primer libro: Isidre Esteve, la suerte de mi destino (editorial Ara Llibres). Un ejercicio de introspección personal escrito en colaboración con el periodista Manuel Franco.

- El accidente. "(...) Donde todo comienza. Un puñal en la espalda, eso sentí. Como si un maldito ángel del destino me clavase una espada de fuego en el cuerpo y me llenase de millones de cristales rotos. Dolor, un dolor inmenso, más allá de lo que existía, más allá de lo tangible, un dolor que me dejó el alma asfixiada, rota".

Son los primeros pensamientos de Esteve, que había sufrido infinidad de caídas en su carrera. Una radiografía de lo que ocurrió, con detalles como los dos pilotos que le vieron tirado y no le auxiliaron o la desesperación de Marc Coma, su rival, compañero y amigo, que se derrumbó "(...) y gritó como si la vida se le escapara por la garganta increpando al cielo por su amigo caído (...)".

- La rehabilitación. "¿Por qué es más fácil lo malo que lo bueno? ¿Por qué no podemos alejar la pena con la misma rapidez con la que llega a nuestra existencia? Bueno, pensemos que, aunque sea lenta, por lo menos podemos alejarla (...)".

Esteve permaneció casi cuatro meses en el Hospital de la Vall d'Hebrón en Barcelona. A pesar de la gravedad de la lesión, estaba en condiciones de reflexionar. La lucha contra la tentadora oscuridad, contra la salida de emergencia. "Muchas veces mi voluntad se quebró y me sentí tentado de rendirme, como muchos otros. Pero finalmente pudo más el coraje. Después llegó esa etapa en la que la unidad de cuidados intensivos se convirtió en mi alcoba. Vivo en silla de ruedas, sin bazo y sin colon, pero aquí estamos, amigos (...)".

Ya en casa, describe cómo es el Instituto Guttmann, un centro barcelonés que intenta que los pacientes que sufren lesiones medulares como él puedan volver a su vida diaria.

- Oliana. Su casa. El pueblo por el que comenzó a circular en moto, un ciclomotor que utilizaba para ir al colegio, que quedaba a dos kilómetros. La familia Esteve montó Cal Petit, un chiringuito de montaña que ahora es un hotel-restaurante de referencia. "(...) En más de una ocasión, el fin de semana en el que se celebraba el Enduro del Segre, el piloto ganador era el que servía la comida a alguno de sus rivales, e incluso la cena la noche anterior. El mismo día de la prueba disputaba la crono y en ocasiones volvía a casa para trabajar tras haber ganado (...)".

Tras despuntar como piloto de enduro, Esteve entra en el equipo KTM: la puerta de entrada a la gran aventura del Dakar.

- África. El continente olvidado ha acompañado siempre a Esteve. Lo ha hecho en el pasado y también lo hará a partir de ahora. En todos los aspectos de su vida. África se ha clavado en él. El Dakar siempre le ha reclamado en lo profesional y la magia de la gente que allí vive ¡feliz! lo ha hecho en lo personal. Como repite el corredor cada vez que se le pregunta, "África me ha cambiado la vida, para mejor".

"(...) Los africanos son pobres, pero siempre sonríen, siempre. (...) En nuestro mundo la gente se mueve por mimetismo y pocos se sientan un día en un banco del parque y dicen: '¿Pero qué coño estoy haciendo con mi vida?'. Muchos se levantan temprano todos los días y dan un manotazo a un despertador que odian pese a que es el encargado de advertirles que un día más están vivos (...)".

- El futuro. Lleno de esperanza y de retos. Está el Dakar, que a partir de la próxima edición afrontará subido a un coche. Y está el entrenamiento, el esfuerzo personal del día a día para mantener su cuerpo en alerta.

"(...) Cuando esté preparado, lo intentaré, y quizá aquel instante maldito en el que todo cambió deje de ser eterno y logre sacar el puñal que se clavó en mi espalda, quizá ya el camino quede despejado de la piedra maldita, quizá ese día pueda levantarme de la silla, mirarla desde lo más alto y decirle: 'Gracias por todo, amiga' (...)".

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