9-M: qué se dilucida
Hoy, domingo, los españoles vamos a decidir muchas más cosas que elegir nuestros representantes en el Congreso para la próxima legislatura. Según los resultados que arrojen las urnas, puede ser más que probable que uno de los candidatos a ocupar la presidencia del Gobierno termine abandonando su carrera política, dando paso a una nueva generación de líderes de su respectivo partido, mientras que el otro se verá fortalecido en su manera de hacer política, por una cuestión evidente: habrá conseguido el éxito.
La verdad, los electores tenemos ante nosotros la oportunidad de decidir qué clase de actitudes esperamos de nuestra clase política. Aquella que elijamos será la que probablemente mimetice (en la forma, que no en el fondo) el partido o partidos que hayan resultado escaldados. Por tanto, está en nuestra mano acabar con la crispación y darle carpetazo, porque habrá fracasado como técnica para acceder a La Moncloa o, por el contrario, mandar el mensaje de que es ése el camino adecuado para granjearse nuestras simpatías.
Como siempre en esta vida, es poco maduro echarle la culpa de lo que suceda al vecino, porque en democracia nadie coarta nuestra libertad, y todos tenemos la responsabilidad última y colectiva de dilucidar qué queremos que sea este país.- Enrique Laso. Madrid.
Yo podría ir a votar por razones de vida, de arraigo: familia de pastores de pueblecito, 11 hermanos, mujer, discapacitada, y por tanto tengo muchas cosas que agradecer a la democracia, en especial el poder estudiar en la Universidad después de mis 30 años. Pero no me mueve sólo ese egoísmo personal, lo hago sobre todo por convicción, y porque noto cuándo un candidato siente lo que dice, cree y apuesta por algo, y cuándo lo dice por decir. Sé distinguir a las personas que luchan día a día por un mundo más justo, igualitario, solidario con las personas que menos dinero tienen, que más dificultades tienen, o que más discriminadas están por el motivo que sea. Aún sé distinguir la hipocresía de quien se acuerda ahora de las mujeres o de los discapacitados, habiendo estado oponiéndose a la Ley de Igualdad o la Ley de Dependencia. Sólo son dos ejemplos que atañen a mi vida real. Si tuviese espacio hablaría de macroeconomía o de terrorismo. En fin, sigue siendo cuestión de vida...- María de las Cruces de la Flor Gallego. Daimiel, Ciudad Real.
Qué poca originalidad la de los etarras al repetir lo del tiro en la nuca en campaña electoral, aunque poco más se podría esperar de quienes tienen como único objetivo claro el acabar con esta sociedad, y no me refiero a la sociedad represora y facha del Estado español, como ustedes dicen, sino a la vasca.
Soy euskalduna, tengo 30 años y llevo esos mismos viviendo en Euskal Herria, viviendo y conviviendo. En todos estos años jamás me he sentido reprimida, hablo euskera todos los días, presumo de mi tierra allí donde voy, etcétera. Como ustedes dirían: euskalduna naiz eta arro nago (soy vasca y estoy orgullosa de ello). Vivimos en una de las comunidades más ricas a nivel económico y cultural, de manera que no me ha quedado demasiado claro cuáles son los principios de su lucha armada. Convivo a diario con gente de múltiples nacionalidades y jamás he tenido problemas con ninguna de ellas, incluida la nacionalidad española, por supuesto. Si ustedes han matado a Isaías Carrasco en mi nombre o en el de cualquier otro vasc@, por favor, les rogaría que dejarán de hacerlo, no me representan a mí ni a nadie de mi entorno.
No pensaba ir a votar pero tengan por seguro que voto por no aparecer en sus porcentajes de abstención, porque no tengo ninguna gana de formar parte de su nefasta sociedad limitada. Yo quiero vivir aquí y ser feliz, no es demasiado pedir; este conflicto debe acabar ya para que podamos seguir todos adelante, cerrar heridas y convivir todos. Vaya desde aquí mi más sincero pésame a la familia de Isaías.- Sara Mujika Mendiola.
Muchos somos los jóvenes que hemos nacido en la España demócratica y que al no haber vivido la transición tenemos una visión más crítica de los valores que ésta debe representar. El bipartidismo instaurado en nuestro país no es en ningún caso uno de esos valores; en todo caso, sólo beneficia al nacionalismo, no a la libertad. Resulta intrigante que grandes bancos se nieguen a financiar o a dar crédito a nuevos partidos que traen cierta frescura y nuevas ideas a un aire ya enviciado. No debemos olvidar que la realidad política de nuestro país se basa un bipartidismo dictatorial, y es que hasta que no exista la libertad de voto dentro de los partidos políticos no podrán despuntar líderes que discrepen y que realmente inspiren confianza a los ciudadanos.
En España no se contempla un político que vote en contra de una propuesta de ley de su partido porque crea que no es beneficiosa para sus electores, sería un tránsfuga; en otros países se le admira por sus valores y por defender a los votantes que le han elegido para ser su representante. Borja Elorriaga
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