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Reportaje:

Los críticos tienen la clave

La abstención entre los votantes de izquierda es 10 puntos más elevada que la de los electores del PP

Jesús Sérvulo González

Madrid nació de centro, pronto giró a la izquierda y desde finales de los ochenta mira a la derecha. Es el recorrido que han hecho los resultados electorales en la región desde los inicios de la democracia, condicionado por la abstención de la izquierda. "Las elecciones las gana quien moviliza a su electorado", afirma Antonio Romero, ex secretario de organización del PSM. Lo que conduce a la tesis de que los votantes progresistas son más críticos con sus representantes que los conservadores.

La democracia en Madrid nació centrada. Tras décadas de dictadura, la UCD liderada por Adolfo Suárez se impuso por poco en 1977 en las primeras elecciones democráticas. Dos años después, el centro consolidó su resultado. Pero Madrid no tardó en teñirse de rojo. El profesor Enrique Tierno Galván (PSOE) logró en 1979 la alcaldía de la capital, gracias al apoyo de todas las fuerzas de izquierda. En 1982, en los siguientes comicios nacionales, el PSOE obtuvo más de la mitad de los votos de los madrileños.

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Un año más tarde llegan las autonomías y la Comunidad de Madrid nace con una convocatoria dominada por el PSOE, que lleva al socialista Joaquín Leguina a ser el primer presidente regional. Desde entonces, la izquierda ha ido a la baja. Porque la gran diferencia entre las elecciones nacionales y las regionales es la participación. En las autonómicas llega al 65% de media, 10 puntos menos que en las nacionales. Aparte de eso, ambas han seguido la misma senda.

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Varios factores provocaron un cambio de color en Madrid desde mediados de los ochenta. La izquierda ha achacado la pérdida del poder a que los electores de rentas medias y medias bajas huyeron de la capital a finales de los ochenta por el boom inmobiliario, que entre 1985 y 1988 triplicó los precios de la vivienda. Esas clases medias no se sintieron representadas en los municipios periféricos. Y subyace la elevada abstención de los votantes de izquierda.

En 1989, todos los grupos políticos conservadores se unieron en torno a unas siglas: PP. El sistema electoral español favorece a los grupos más votados. A partir de ese año, el PP absorbió más de 400.000 votos procedentes del CDS y otros grupos de derecha. Desde entonces nunca ha bajado del 45% de apoyo.

Ese mismo año, se produjo el primer cambio. Fue en el Ayuntamiento de Madrid. Después de una década de alcaldes socialistas con Tierno Galván y Juan Barranco, una moción de censura respaldada por Agustín Rodríguez Sahagún (CDS) y José María Álvarez del Manzano (PP), consiguió la alcaldía para el primero. El CDS se había publicitado como un partido de centro con algunos guiños a la izquierda. Ese pacto con las fuerzas conservadores acabó con el partido y ahuyentó a sus votantes hacia otras formaciones políticas. La mayoría lo hizo al renovado PP.

En 1995 se confirmó la tendencia. Un jovencísimo Ruiz-Gallardón (PP) logró derrotar tras dos intentos fallidos a Leguina. El popular se encargó de centrar su discurso y agasajar hábilmente a la izquierda. "Desde entonces, Gallardón ha sido políticamente ambiguo", asegura Romero.

A principios de los noventa el cambio político en Madrid estaba en marcha. La tendencia rebajaba las expectativas de los socialistas y alimentaba las de los populares. En las elecciones autonómicas de 1991, tras 12 años de Gobierno socialista en la Comunidad de Madrid, los populares lograron por primera vez más votos que el PSOE. Pero un pacto entre las fuerzas de izquierda sirvió para que Leguina mantuviese la presidencia. El propio Leguina justificó aquellos resultados por el desgaste del poder y el enfrentamiento con los sindicatos. Desde entonces, el PP logra una media de 200.000 votos más que el PSOE, lo que supone más de una decena de puntos porcentuales más.

Entretanto, la heterogénea Federación Socialista Madrileña (FSM) estaba distraída en batallas internas, que aletargaba a sus votantes. La agrupación vivía al margen de la dirección federal nacional, con un guirigay de tendencias internas y dos bandos principales repartiéndose las candidaturas, los cargos y echándose en cara las derrotas: acostistas y renovadores.

Ya en 2000, Rafael Simancas alcanza un pacto en el seno de la organización, que cambia su nombre a PSM, y logra la paz entre las beligerantes familias. Esto le lleva a acariciar el poder en 2003. El sueño de la izquierda salta por los aires en plena votación de investidura, cuando dos tránsfugas de su partido impiden ausentándose de la cámara un gobierno entre PSOE e IU. Cinco meses más tarde se repite el proceso electoral con un resultado más claro para el PP, por la elevada abstención. Una vez más, de la izquierda.

El 14 de marzo de 2004, las últimas elecciones generales, en un clima de elevada tensión política tras el atentado terrorista del 11-M, la deficiente gestión que hizo el Gobierno de José María Aznar (PP) animó a los votantes de izquierda a manifestar su rechazo. Ese día, el 44,11% de electores madrileños, 10 puntos más que la media obtenida por los socialistas en su historia, votó al PSOE. IU alcanzó 225.000 apoyos. Por primera vez desde principios de los noventa la izquierda supera a los conservadores.

Tres años más tarde, el PP lograría en las elecciones regionales y municipales del pasado 27 de mayo los mejores resultados de su historia en Madrid. Esperanza Aguirre y Gallardón derrotaron con holgura a los partidos de izquierda.

"La clave de cualquier elección es la participación de la izquierda", asegura Romero. Éste defiende que aumenta en las zonas más conservadoras y baja en las de izquierda. Y pone un ejemplo: "En las últimas elecciones en espacios tradicionalmente de izquierda como Puente de Vallecas, Usera, Villa de Vallecas, Fuenlabrada, Parla o Getafe se dio una abstención media del 35%; en otras zonas más conservadoras como Chamartín, Chamberí, Pozuelo, Majadahonda o Las Rozas la abstención se reduce hasta el 25%. Diez puntos menos", subraya Romero.

El catedrático de la Complutense, José Luis Arceo Vacas, experto en comunicación, refrenda la teoría: "Madrid no es de derechas; la izquierda no acude a votar, es más crítica". Arceo sostiene que en Madrid ha habido cambios sociológicos.

"El nivel de renta es de los más altos de España. Evolucionó mucho a partir de los ochenta. Los ciudadanos han reclamado cuestiones que la izquierda no ha sido capaz de satisfacer", señala Romero, que agrega: "En la región hay atascos, contaminación..., pero aquí la gente gana más dinero que en el resto de España. En una situación boyante es complicado cambiar el voto", reconoce. Su conclusión es que si el electorado progresista se abstiene, "es por mérito en la comunicación de la derecha y fallos en la izquierda, que tiene que hacer autocrítica".

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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