Barrios para vivir, no para estudiar
La revisión del plan urbano de Valencia deja en barbecho 92 suelos escolares
El suelo, a diferencia de la energía, no se crea ni se destruye. Se agota. Esto es lo que ha ocurrido en Valencia desde 1991 con la superficie para uso escolar -reservada por ley por el Ayuntamiento en el último Plan General de Ordenación Urbana de 1989, a punto de caducar- que se ha reclasificado y vendido para otros usos mercantiles (como los 24.692 metros cuadrados reclasificados para hacer más pisos de renta libre en los nuevos sectores florecidos en los barrios de Campanar, Orriols al calor del boom inmobiliario de la década de los noventa) y también con los 525.991 metros reservados para colegios que permanecen congelados, inutilizados. Se trata de 92 parcelas repartidas por los 18 distritos de la capital, convertidas en terrenos baldíos pasto para los gatos y la basura, en pleno corazón de cada barrio.
En paralelo desde 1999, el incremento de la inmigración (con una tasa bruta anual de población extranjera del 40%; la mitad, unos 10.000 son niños en edad escolar) y el repunte sostenido de la natalidad en el mismo periodo (unos 8.000 nacimientos al año) han desbordado la capacidad de los viejos centros escolares construidos hace 30 años, dejando barrios enteros de "la Valencia consolidada" sin equipamientos públicos y en situaciones de franca "insalubridad", denuncian los vecinos.
El resultado de esta falta de planificación se ha cebado especialmente entre "las madres trabajadoras que no encuentran plaza en un colegio cerca de casa y en las familias con menos ingresos en los barrios obreros", resume gráficamente Alicia, una madre de 39 años (con dos hijos de 5 y 8 años que estudian en el colegio público Max Aub) que describe cómo "se han necesitado siete años de reivindicaciones para expropiar un campito y hacer un patio para los niños de infantil, pero no han conseguido aún que en la otra parcela ya expropiada se haga la ampliación del cole". Un centro de 220 plazas, que escolariza a 450 alumnos que viven en los sobrepoblados barrios de la Fuensanta, Olivereta, Nou Moles y Soternes, donde las cinco parcelas escolares del plan (con una superficie total 19.300 metros) se erigen como un "vertedero" en medio de la ciudad, como muestra la fotografía. Es la doble cara de la Valencia de la Fórmula 1 y la Copa del América.Las 92 parcelas escolares congeladas ocupan una superficie de 525.991 metros cuadrados. "El equivalente a medio centenar de campos de fútbol", resume el edil socialista Juan Soto, que ha presentado una moción para que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana "garantice la ampliación de los colegios ya existentes" (que es para lo que se habían reservado el 60% de las parcelas escolares del plan de 1989). Y contemple que con las parcelas de 2.000 metros se cree una red pública de escuelas de infantil de 0 a 3 años, hoy inexistente. En una década, el déficit de plazas de infantil ha dejado un saldo en Valencia de 183 guarderías privadas (y subvencionadas) y solo una escoleta pública. Además de retrasar la implantación del segundo ciclo de infantil en los colegios de primaria, debido a la falta de espacio porque no se ha ejecutado la ampliación prevista en el plan hace 19 años.
En paralelo, en Valencia hay 30.000 vecinos más viviendo en los 21.477 pisos nuevos construidos (en los 12 nuevos sectores) entre 1996 y 2000, lo que obliga a diario a 9.000 niños y jóvenes a desplazarse para estudiar, porque se vendieron los pisos sin los colegios de las promociones. "Por lo visto, para el PP son barrios donde se puede vivir; pero no estudiar", apunta la socialista Carmen Alborch que se ha recorrido cada barrio y cada colegio. Esta "reflexión" encaja con lo que ocurre en la mayoría de distritos del centro, como Jesús, Patraix, Olivereta o La Saidia, donde "pisos de 90 metros ahora valen 48 millones de pesetas (300.000 euros)", remata Alicia.
El resultado es que distritos como el multirracial Russafa -con 25.000 vecinos y un solo tobogán- los pisos se han revalorizado a ritmo del nuevo Parque Central programado. La aplazada construcción del CP Puerto Rico desde 1991 no es solo una "necesidad urgente", sostiene Inma Bausset, portavoz de la plataforma vecinal Pro Russafa, "ya que en junio cerró la academia Ortega y solo queda el CP Balmes, sino que además -ante la carencia de infraestructuras y servicios- hay que optimizar la manzana escolar como centro dinamizador de la vida del barrio".
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