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ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
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Medios en la picota

Los debates televisivos entre los señores Rajoy y Rodriguez Zapatero, candidatos al Congreso de los Diputados -pese a las apariencias, la presidencia del Gobierno no se decide formalmente este domingo-, han puesto en el centro de muchos análisis el papel de los medios de comunicación en las campañas electorales y, más en general, a la hora de informar sobre la actividad que despliegan los partidos políticos y sus líderes. No en vano, se ha producido una general coincidencia a la hora de calificar dichos debates como encorsetados, carentes de agilidad y escasamente atractivos en su contenido.

Daba la impresión de que los candidatos tenían tanto temor a posibles preguntas o sugerencias incómodas que decidieron reducir el papel de los moderadores al de meros controladores del paso del tiempo. Como me decía un buen amigo tras el primer debate, en lugar de un periodista podían haber puesto un semáforo y asunto concluido.

¿Se imaginan un debate electoral entre Clinton y Obama, sin apenas discusión abierta y llevado por un dócil moderador?

Desde hace algunos años vienen reproduciéndose determinadas prácticas que erosionan abiertamente el papel de los medios en lo relativo a la información política. Por ejemplo, se ha convertido en algo habitual que muchos políticos convoquen a los medios para hacer una declaraciones, sin que en dichas comparecencias quepa la posibilidad de formular preguntas. En cuanto a los mítines de los partidos, éstos se han convertido en reuniones de los ya convencidos, sin otro objetivo que el de proporcionar imágenes de las mismas para ser difundidas a través de los medios de comunicación. Unas imágenes que ni siquiera pueden ser grabadas por dichos medios, no vaya a ser que nos enseñen locales semivacíos o se ceben en las frases menos afortunadas de los oradores. Por el contrario, se trata de tener todo preparado para que, en el momento culminante de la conexión a un informativo de televisión, comiencen a ondear las banderas, salgan a relucir todas las sonrisas, se pronuncie la frase del día y se produzca la apoteosis general.

No sé si existirá o no relación entre ambos asuntos, pero lo cierto es que el cada vez menor protagonismo de los periodistas-reporteros en el ámbito de la información política ha ido acompañado de una creciente notoriedad de los periodistas-tertulianos. Es como si la imposibilidad de dar cobertura informativa a la actividad de los partidos desde una perspectiva atractiva e independiente tratara de compensarse con un mayor alcance de los espacios dedicados a la opinión.

Pero la campaña que ahora toca a su fin ha ido incluso más allá, dejándonos como herencia un nuevo genero periodístico: el debate post-debate. Se trata de originales espacios radiofónicos o televisivos en los que profesionales de distintos medios se han batido el cobre como auténticos forofos, defendiendo la posición ganadora de uno u otro candidato tras la conclusión del debate.

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¿Se imaginan ustedes un debate electoral entre Hillary Clinton y Barack Obama, sin apenas discusión abierta entre los candidatos, conducido por un dócil moderador, que diera paso a continuación a una encendida confrontación entre periodistas partidarios de una y otro? ¿No ha llegado la hora de que los medios jueguen realmente un mayor papel como informadores, capaz de contrapesar desde la independencia, la inteligencia y el rigor la manipulación que de los mismos intentan llevar a cabo los partidos, especialmente durante las contiendas electorales?

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