Utopía de un hombre que está cansado
La palabra libro salió en esta campaña, relacionada con un libro propiamente dicho, sólo cuando Zapatero sacó su libro, y éste era blanco. Ni él ni Rajoy se han referido a un libro, a uno solo. Interesante. Y cuando Fraga escuchó la palabra libro no se puso la mano donde se la ponía Goebbels sino que dijo: "Quisiera una copia para usarla como papel higiénico". Gonzalo Pontón, editor, decía ayer en EL PAÍS que la planicie cultural viene de que la gente no lee, o lee novelas que no son "de verdadera calidad literaria". Hace un mes visité la biblioteca virtual de Rajoy, que cuelga en la web de su partido. Y está colgada, verdaderamente, porque desde que entré hasta ayer seguían allí los mismos libros y, qué coincidencia, allí estaba La catedral del mar, uno de esos libros que enumeró Pontón. Al menos por imagen tenían que revolverle un poco la biblioteca a Rajoy, pero ahí siguen los mismos libros. La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, tiene mucho volumen, como La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, y La historia de España desde el arte, de García de Cortázar. Son libros pesados, es decir, grandes, pero ya podría haberlos cambiado por otros. Ayer lo escuché en la radio decir "intelectuales entre comillas", y lo imaginé quedándose solo, sin libros, mientras le quitaba las comillas a los intelectuales.
ZP va por la vida con más tradición de lector. Su dentista, Martín Villa, me dijo que de chico Pape se hizo fan de Borges, e iba por ahí leyendo El libro de arena. Pues el otro día lo abrí por cualquier sitio y me encontré con un texto sobre la política y sobre la campaña. Sí. Está en el relato Utopía de un hombre que está cansado, que abre Borges con esta definición de Quevedo: "Llamóla Utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar". Y dice (¿sobre la campaña?): "Ya a nadie le importan los hechos. Son meros puntos de partida para la invención y el razonamiento. En las escuelas nos enseñan la duda y el arte del olvido. (...) Eludimos las inútiles precisiones. No hay cronología ni historia". Y dice de la política (¡y también de la campaña!): "De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y por ansiosos fotógrafos. Parece que les hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. (...) Sólo lo publicado era lo verdadero". Utopía de un hombre que está cansado. No, no están cansados. Rajoy lo dijo ayer: "No quiero que se acabe la campaña". Para no tener que ponerse a leer, quizá. Es la manera más terrenal de acercarse a la utopía. Palabra que, como los libros, huyó de la campaña.
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