Alegría
Hay que votar al PSOE, nos dicen los artistas que presentaron en el Círculo de Bellas Artes la plataforma de apoyo a Zapatero, para que no vuelva la turba mentirosa y humillante del PP. Símbolo unificador de estos artistas: la alegría. Un Zapatero sonriente con el icono de sus cejas en pico. Dice Spinoza que cuando un hombre siente que aumenta su poder de actuar, se alegra. Dicen los artistas que hay que defender la alegría como una trinchera. Si la alegría surge como una ampliación de nuestra energía creadora, ¿por qué tenemos que atrincherarnos ahora? ¿Quién, pudiendo, no prefiere la alegría a la tristeza? En cuanto estado de ánimo, sin embargo, la alegría es un señalamiento ambiguo: hay que saber de qué y con quién nos alegramos. No puedo evitar la sensación de que ha habido en la legislatura 2004-2008 demasiadas alegrías en el gobierno. Ha habido en lo social motivos de alegría: la ley de matrimonios homosexuales o la ley de dependencia. ¿Por qué hay que atrincherarse ahora? ¿No sería más apropiada ahora la ironía autocrítica? Los grandes partidos, esas nuevas iglesias, odian la crítica interna. Los socialistas de Miguel Sebastián me llamaban mosca cojonera porque censuraba sus alegrías. Y perdieron las elecciones, por torpes. Soy demasiado de izquierdas yo mismo para no temer una derrota de la izquierda a manos de una boba alegría. ¿No es sospechosa esta continua apelación a las emociones en unas elecciones generales? Un proyecto político ilustrado tiene que reconocer lo bueno donde esté: buscamos un nuevo eclecticismo de la razón objetiva y alerta. Los pitagóricos, por cierto, recomendaron que no nos poseyera una alegría irreprimible.
El escritor Álvaro Pombo es candidato de UPyD al Senado por Madrid.
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