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ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
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Marcando distancias

Ha bastado un primer debate en la televisión para que el interés del público por las elecciones del 9 de marzo quede reactivado. ¿Podemos seguir hablando, en este momento, de la indiferencia de los electores? Sin embargo, hace apenas una semana, esta era la nota dominante en los medios de comunicación. Nadie había previsto que la discusión de dos políticos sobre economía atraería el interés de cinco millones de españoles. La realidad nos depara a veces estas sorpresas. El éxito de Solbes ha tenido dos consecuencias claras: los socialistas han recuperado un protagonismo que, desde hacía semanas, estaba en manos del Partido Popular, y este ha debido atenuar su euforia.

En la Comunidad Valenciana el efecto no parece haber sido exactamente el mismo, al menos por lo que respecta al Partido Popular. El descalabro de Pizarro no parece haber afectado al ánimo del presidente Camps, que sigue mostrando la misma voluntad de ganar las elecciones que quince días atrás. Incluso, diría que el contratiempo le ha espoleado. En cualquier caso, la decisión de victoria con que Camps ha entrado en la campaña electoral es notable y no deja de sorprender. Dice mucho del temperamento de este hombre al que los socialistas no acaban de encontrarle el punto flaco.

No olvidemos que todo esto se produce en unas circunstancias difíciles para él, cuando su partido acaba de posponerle a cambio de los votos de Aragón. Frente a este suceso que hubiera hecho trastabillar a cualquier otro, Camps se ha crecido y el sábado trató de convencer a los alicantinos de que sólo tendrán agua si votan al Partido Popular. Camps tiene comprobado que es fácil convencer a los electores si uno muestra en sus propuestas la convicción suficiente y dispone de Canal 9. Por eso no ha vacilado al sacarse de la manga un plan de medidas sociales sin explicar cómo lo llevará a cabo, ni de dónde piensa sacar el dinero: sabe que nadie le pondrá en un compromiso por ello.

La visita de Zapatero que tanto ánimo ha traído a los socialistas valencianos, no tuvo las mismas consecuencias en Alicante. Pese a que todos reconocen la importancia del nuevo escaño que hay en disputa, la preocupación no desciende del plano de la teoría. En la práctica, siguen comportándose con ese punto de atonía que impone la burocracia a las organizaciones cuando carecen de un líder claro. Incluso un hombre como Bernat Soria, con cualidades para poner un poco de picante en la campaña, no acaba de perfilarse por el momento. Hace unos días, Diego Maciá, el coordinador de la campaña socialista, declaraba a la prensa: "Estamos preocupados por la movilización y porque la gente vaya a votar". Cómo piensa el señor Maciá resolver esa preocupación es un misterio al día de hoy.

Para que el lector pueda hacerse una idea del estado real del socialismo en Alicante, quizá debamos mirar lo sucedido el pasado viernes en el Ayuntamiento de la ciudad. Habían presentado los socialistas una propuesta para retirar al general Franco los honores que Alicante le había concedido sesenta años atrás. La petición, de un propósito claramente electoral, buscaba poner en evidencia al Partido Popular. A Díaz Alperi, sin embargo, le bastó un quiebro para dejar a los socialistas con la boca abierta. En una réplica sagaz, el alcalde se comprometió a dar curso a la propuesta en cuanto le presentasen 25.000 firmas. Y aún le quedó tiempo a Díaz para proclamarse un luchador por la libertad (!).

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