Elecciones y apatía
En estos días en los que los ciudadanos españoles seguimos no sólo nuestra propia campaña electoral sino la estadounidense, supone una gran decepción el darse cuenta de que uno siente un mayor interés por unas elecciones que son, después de todo, ajenas. Sorprende de los EE UU, país criticado con frecuencia por sus decisiones y sistema político, ese entusiasmo desmedido con el que los ciudadanos se suman a la campaña, expresan su opinión y evalúan a los posibles candidatos con ojo muy crítico.
No cabe imaginar tal fervor político en nuestro país, cuya democracia, aunque más joven que la estadounidense, está casi totalmente desprovista de esa ilusión. Y aunque como ciudadanos tengamos parte de culpa por nuestra propia pereza, desinterés y desinformación, no se puede decir que la realidad política española dé lugar a entusiasmo de ningún tipo.
Juegos y ambiciones, pullas y ataques más propios de patio de colegio que de un congreso, injerencias por parte una Iglesia que mal disimula su nostalgia por otros tiempos, un sistema electoral que favorece a dos grandes partidos que, más que a su ideario, parecen ser fieles al principio de que "todo vale" a la hora de rascar votos y todo ello desembocando en algo: en esa visión de la realidad política española como dos bandos irreconciliables, un blanco o negro, un conmigo o contra mí que ya arrastramos desde décadas y que nos tiene muertos de aburrimiento.
Y a los ciudadanos se nos encomienda la tarea de mantener la democracia viva mediante el sistema de voto, pero ante este panorama, ¿a alguien le sigue pareciendo inexplicable la apatía reinante hacia la política.
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