Una base sin techo ni suelo
El módulo europeo, del tamaño del un autobús, albergará diez cabinas para realizar experimentos de física, biología y nuevos materiales
El Columbus es un cilindro de aluminio del tamaño de un autobús, con ocho metros de largo y 4,5 de diámetro. Dentro, un volumen de 75 metros cúbicos da bastante de sí porque en microgravedad, techo y suelo son tan utilizables como las paredes, y los astronautas se acercan a cualquier aparato dándose un ligero impulso. Hasta tres astronautas pueden trabajar simultáneamente en el laboratorio, conectado a uno de los segmentos intermedios de la estación (el Harmony) enfrente de lo que será la entrada del Kibo, el laboratorio japonés equivalente al Columbus.
Encajados en las paredes del módulo europeo van unas cabinas con diferentes equipamientos de experimentación. Cinco de ellas iban preinstaladas y estarán enseguida listas para empezar a trabajar. Otras, hasta una decena, irán llegando en futuras misiones y algunas serán intercambiables para realizar experimentos específicos.
Las cinco cabinas preinstaladas son: el Biolab, para realizar cultivos celulares y de tejidos, así como experimentar con microorganismos y pequeñas plantas; el FPM, para estudiar efectos de la permanencia del organismo humano en microgravedad; el FSL, para realizar experimentos de fluidos, y el EDR, una cabina multiuso en la que se pueden conectar dispositivos experimentales diferentes. Un quinto cubículo es un almacén y banco de trabajo. En el exterior va instalada una plataforma para hacer experimentos, de la que forma parte el Tribolab, de fabricación española (Tecnalia y el INTA), que es una bancada para experimentos con lubricantes. También colocado fuera va el equipo Solar, para estudiar fenómenos relacionados con el Sol.
Está previsto iniciar inmediatamente un experimento en el FSL sobre la viscosidad de fluidos entre dos esferas concéntricas, para estudiar procesos relacionados con la atmósfera y el océano terrestres, o incluso con el núcleo del planeta. Y en el Biolab, con una portación destacada de la empresa NTE, se va a estudiar el crecimiento de raíces de la planta modelo arabidopsis. Los experimentos a realizar, seleccionados por la ESA en concurso internacional, se coordinan -por áreas- en centros específicos de operaciones y apoyo situados en varios países. Uno de ellos está en la Universidad Politécnica de Madrid.
Para dormir en órbita conviene sujetarse
Vivir en la estación espacial es trabajar en casa: los astronautas, con una jornada laboral de 6 a 10 horas, no se pueden ir de las instalaciones, es decir, el conjunto de módulos interconectados que forman la base orbital. Allí se ocupan del mantenimiento de la estación y de las reparaciones, cuando hace falta; hacen experimentos, mantienen las comunicaciones con el centro de control, descargan el material que llega en las naves y sacan la basura (metiéndola en naves no reutilizables para que se queme al entrar en la atmósfera terrestre). Pero también comen, duermen, se asean y pasan sus ratos libres leyendo, viendo el magnífico panorama por las ventanas, oyendo música o hablando con sus amigos y familiares, explica el astronauta español Pedro Duque, que estuvo en la ISS en 2003. El ejercicio físico es obligatorio para contrarrestar los efectos negativos de vivir flotando en microgravedad.
A bordo imperan dos estilos de comida en cuanto a la presentación: las latas de conserva rusas (a calentar en un horno si ha lugar) y las bolsas de alimentos deshidratados estadounidenses, a los que se añade agua caliente. La única cocina del complejo está en el módulo central ruso. Los europeos, de momento, tienen que optar entre la oferta de los dos grandes socios de la estación.
Para romper la rutina de los alimentos precocinados (pasta, estofados, purés, dulces, etcétera) los astronautas esperan casi con emoción la llegada de las naves de la Tierra en las que se les envían alimentos frescos, manjares como fruta y verdura, que duran poco.
En microgravedad tanto da acostarse de un lado o de otro, con los pies hacia arriba o hacia abajo. Lo que sí es conveniente es fijarse a algo, si no quiere uno aparecer en un lugar de la estación diferente del que eligió para conciliar el sueño. También es aconsejable no dormir en una esquina, donde la circulación de aire -para respirar- puede ser menor. El Columbus será seguramente un buen lugar para dormir, dice Duque, ya que es un extremo sin salida y no habrá tráfico de astronautas por allí.
Un saco de dormir enganchado es la cama más normal de los astronautas, incluso en una cabina como dormitorio privado en el caso de los tripulantes permanentes de la estación. Compartimentos y bolsillos en las paredes, tiras para enganchar cosas y mucha cinta de velcro para evitar que los enseres floten libremente, son el mejor armario. En cuanto al aseo personal, las toallitas empapadas con las que frotarse el cuerpo son la solución diaria y el excusado es, básicamente, un aspirador.
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