"Parecía que la grada se iba a caer"
Almagro adelanta a España tras vencer entre gritos y burlas al peruano Silva
Ni siquiera el peor desastre imaginable fue capaz de contener el estruendo peruano, los tambores, el lleno y los silbidos de mofa que le querían decir guapo entre besitos lanzados al aire a Nicolás Almagro. Cinco minutos antes de que el murciano exorcizara los demonios de su debut en la Copa Davis, la federación local realizó una labor "ingrata". "Debido a una lesión de última hora producida esta mañana en el entrenamiento, Luis Horna no podrá jugar", se anunció por megafonía.
El público recibió entre silbidos la noticia de que el único peruano con algo de nombre sufría del codo derecho. La gente acogió luego a Matías Silva, número 653, con el estruendo de quien espera un milagro. Y la grada acabó lamentando la derrota (6-3, 7-5 y 6-0) mientras le lanzaba besitos a Almagro, le silbaba guapo, le abucheaba y celebraba cada fallo suyo comparándole con una mujer. "¡Si llegabas a esa bola, Arantxa!", se burlaron de Almagro.
"Todo el mundo está alerta. He escuchado que Almagro puede tener altos y bajos". Jaime Yzaga, el capitán de Perú, celebró que España lanzara contra sus chicos al murciano y a Tommy Robredo, cuyo partido contra Iván Miranda no había terminado al cierre de esta edición. Son, decía Yzaga, dos tenistas con fama de jugador Guadiana.
Para ellos Perú preparó algo parecido a una jaula. Las gradas supletorias de metal colgaron amenazantes sobre la pista, rellenas de tambores, golpes estruendosos contra la chapa, palmas y gritos. La reventa de entradas alcanzó tan buen ritmo como para "hacerse de oro", según los jugadores peruanos. Y allí jugaron el irascible Almagro y Robredo, uno escuchando los consejos de su psicólogo; y el otro reclamando sordera frente a los gritos del público.
"Parecía que la grada se iba a caer", dijo Almagro. "El público los arropó mucho. Yo hice el cambio que muchos me reclamaban: mantenerme con calma, gracias a los consejos del capitán [Emilio Sánchez Vicario]". A Almagro, visceral y emotivo, le persigue la leyenda de cabeza loca y oído fino, siempre atento a lo que grita la grada. Ayer escuchó de todo. "Loro", le decían, en referencia a su nariz. "A la cara, que es pavo", insistían. Y, mientras tanto, trompetín español de pasodoble y un chistoso defensor del español en el graderío: "¿Por qué no te callas?", le dijo al del loro.
"Si te vas a pelear contra 5.000, no puedes", decía Almagro antes del encuentro. "Si te peleas contra uno, contra el que tienes enfrente, es una batalla dentro de la pista que tienes que intentar ganar. Hay que olvidarse del público. He estado trabajando mucho tiempo con mi psicólogo. Se ha notado el cambio. Estoy mucho más tranquilo, mucho mejor".
Igual que Almagro juega etiquetado por su mal humor, a Robredo le distingue el recuerdo de sus lágrimas en Santander, cuando perdió un partido contra Volandri. La Copa Davis es otra cosa. "Es dura", analiza el catalán, campeón en 2004; "porque te pones muchas expectativas y tienes a todo un país detrás de ti. Cuando pierdes te caen más palos. La gente empieza a decir 'el Robredo éste no juega bien'. Es lo bonito y lo feo de la Davis. Sé que algunos días habrá gloria y otros palos. Compensa". "Aquí hay varios enemigos, no sólo el exceso de confianza", añade Robredo. "Hay 5.000 personas detrás. Hay que preparar la mente. Crees que van a aplaudir y luego te encuentras con que gritan, insultan... Es lo que te puede chocar".
"Pero yo duermo muy bien", insiste Almagro. "Sigo mi rutina: entrar al vestuario concentrado, intentando visualizar cómo va a ser el partido y mi manera de hacer bien las cosas... Me pongo música y llamo a la familia. Si remamos todos hacia la orilla, llegaremos lo más rápido posible".
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