_
_
_
_
_
Entrevista:Entrevista | TEATRO

El ansia de felicidad

Miguel Ángel Villena

Crónica lúcida del paso del tiempo, historia de anhelos y de fracasos, retrato de la eterna búsqueda de la felicidad o espejo de las frustraciones humanas. Tío Vania, la obra cumbre del dramaturgo ruso Antón Chéjov (1860-1904), es mucho más que un drama rural ambientado a finales del siglo XIX en una zona remota, pobre y aislada. Por esa razón se representa una y otra vez, y sus variados personajes, enlazados y enfrentados por el común deseo de ser felices, conmueven a públicos muy distintos. "¿Habrán servido para algo nuestras vidas? ¿Seremos recordados después de muertos? ¿Hemos logrado ser felices? ¿Hemos hecho algo por nuestros semejantes?". Estas preguntas han planeado sobre el director teatral Carles Alfaro a la hora de preparar un renovador montaje de este clásico de Chéjov que el Centro Dramático Nacional estrenará el próximo jueves en el teatro María Guerrero, de Madrid. Avalado por una brillante trayectoria como responsable de la puesta en escena en los últimos años de textos de Harold Pinter, Eugene Ionesco o Max Frisch, este valenciano de 47 años, defensor de un teatro público y comprometido, señala sobre el maestro ruso: "Me gusta mucho el teatro que no pretende ofrecer juicios morales, y los personajes de Chéjov siempre están impolutos desde un punto de vista moral. Nunca juzga el autor ruso a sus personajes y, al mismo tiempo, proyecta una mirada conmovedora sobre el ridículo hasta el que podemos llegar las personas. Tío Vania es un texto triste pero resulta tan ridículamente patético, tan conmovedoramente divertido, tan lúcido sobre nuestras contradicciones... Estos rasgos convierten la pieza en una obra universal y atemporal".

"Es una obra de primeros planos, de juegos de parejas y de complicidades", señala el actor Francesc Orella
Más información
Paisajes de un autor evanescente

Como para muchas otras gentes del escenario, también para Alfaro existe un antes y un después de Chéjov en la historia del teatro. "Es el primer autor que escribe diálogos para unos personajes que hablan igual que en la vida real. En Chéjov la palabra sugiere u oculta más de lo que muestra y, en realidad, está desvelando el camino del pensamiento. En definitiva, Chéjov tiene una modernidad absoluta". Esta admiración por el escritor ruso derivó en una respuesta afirmativa inmediata a la oferta de Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional, para montar un chéjov. "No tuve duda para elegir Tío Vania, que es mi obra preferida, e intenté despojar a Chéjov de algunos clichés que reducían esta obra a una ambientación muy centrada en Crimea, en un lugar inhóspito de Rusia y muy alejado de Moscú y de la civilización. Por eso he situado la obra en una zona colonial sin determinar, en una región calurosa e insalubre, afectada por la deforestación y donde se desarrolla la trama de una jauría familiar, de una auténtica casa de locos trastornada por la llegada de una pareja de urbanitas cultos y presuntuosos".

Precisamente, como "obra de primeros planos, de juegos de parejas, de complicidades entre los personajes" define el actor catalán Francesc Orella este texto teatral. Este reputado y premiado intérprete, mucho más conocido en Barcelona que en Madrid, en las tablas que en los platós, no vacila en incluir Tío Vania entre los clásicos del teatro. "Puede adaptarse en cualquier tiempo y lugar y su argumento obliga al actor a un permanente ejercicio de complicidad con el resto de los personajes. Se oculta siempre más de lo que se dice", comenta Orella, que interpreta al doctor, un álter ego del propio Chéjov, que era médico. Esta característica llevó a Alfaro a preferir el teatro María Guerrero frente a otras salas porque sus dimensiones medias y su buena acústica permiten al espectador situarse cerca del escenario y observar atentamente los movimientos de los actores. Las interpretaciones a partir de miradas, de gestos y de posturas apasionan a los ocho actores principales que suben a escena y significan un reto tanto para habituales del teatro como el citado Orella o Enric Benavent, que encarna al tío Vania, como para actrices más habituadas al cine como Emma Suárez o Malena Alterio, que asumen los papeles de la burguesa Elena y de la campesina Sonia.

Las dos protagonistas femeninas, famosas por sus apariciones en las pantallas grandes o pequeñas, consideran "imprescindible" hacer teatro si aspiran a crecer como actrices y como personas. "En el teatro", cuenta Emma Suárez, "te entregas totalmente al director en un trabajo muy puro que te sirve para descubrirte a ti misma a través de los personajes. Ese trabajo a fondo de indagación no se produce en el cine o en la televisión". Las dos están encantadas con este texto de complicidades y desencuentros, satisfechas de trabajar a las órdenes de Carles Alfaro, al que consideran "un director comprometido, meticuloso y muy inteligente". En los ensayos de Tío Vania, que comenzaron a principios de diciembre, se respira un aire de tarea en equipo, de colaboración, como corresponde a una pieza muy coral donde se difuminan bastante las distancias entre protagonistas y secundarios. "Es verdaderamente un montaje donde son básicas las circulaciones entre los personajes", opina Malena Alterio, que interpreta a Sonia, el papel más ingenuo y fresco de la obra.

En Tío Vania -ahí reside su grandeza y su capacidad para emocionar y para hacer pensar a públicos muy distintos a lo largo de un siglo-, los personajes sienten que la vida se les escapa entre las manos, como si fuera un puñado de arena. Todos están marcados, en esta pieza teatral teñida de melancolía, de una nostalgia por el tiempo perdido, por los sueños frustrados. "La vida se les escurre entre anhelos de futuro", afirma Carles Alfaro como resumen de la filosofía de la obra más famosa de Chéjov, junto a El jardín de los cerezos. En la misma línea ahonda Enric Benavent, actor y novelista, formado en el teatro valenciano y que ya en su cincuentena comienza a triunfar en toda España. "Nunca he sido un mitómano de los papeles, pero el encargo de tío Vania representa un caramelo para cualquier actor. Ahora bien, es un placer y un dolor porque obliga a un enorme esfuerzo para plasmar esa crisis. Como el resto de personajes, tío Vania atraviesa una crisis de edad en una obra donde la reflexión sobre el paso del tiempo proyecta una clarividencia que impresiona. Así, Sonia pasa la crisis de los veinte, Elena está en la de las treintañeras, el médico en la de los cuarentones, Vania en los cincuenta y el profesor en plena vejez".

Todos, absolutamente todos, en este montaje, desde ilustres veteranos como Víctor Valverde y María Asquerino hasta jóvenes como Malena Alterio, defienden la necesidad de un teatro comprometido, culto y valiente que sobreviva en un mundo hegemonizado por las industrias audiovisuales, por las consolas de ordenador. En opinión de Carles Alfaro, el teatro no debe entrar en competencia con el cine o con la televisión. "Es tan difícil hacer teatro, es tan inasible. Ahora bien, cuando se alcanza la magia, la plenitud, es algo indescriptible, algo que apela a la emoción y a la inteligencia. La verdad en el cine, por ejemplo, no tiene nada que ver con la verdad en el teatro y eso lo saben los actores que, muchas veces, se sienten abandonados en la industria. En cambio, el teatro es artesanía pura y el actor se siente mucho más implicado".

Los actores de Tío Vania no estaban presentes cuando su director explicaba estas circunstancias tan diferentes del cine y del teatro. Pero, uno por uno, subrayan esa pasión por el teatro que, para ellos, figura como sinónimo de pasión por su profesión. Ensayan durante semanas, cobran salarios más bajos que en el cine y deben enfrentarse todos los días al cara a cara con el espectador. Sin embargo, como dice Emma Suárez, en el teatro "entregas tu alma" o, como responde Malena Alterio, "no podía rechazar el papel de Sonia". Junto a ellas, actores como Enric Benavent, Francesc Orella, Víctor Valverde, María Asquerino, Emilio Gavira o Sonsoles Benedicto han dedicado a las tablas del teatro lo mejor de sus talentos y de sus esfuerzos durante décadas. Orella se muestra preocupado porque las jóvenes generaciones no acudan con más frecuencia a las salas, pero al mismo tiempo se niega al pesimismo y remarca el buen momento que vive el teatro en Madrid y, en general, en toda España. "Entre la oferta del Centro Dramático Nacional, el Español, la Abadía y las salas alternativas, entre otros, podemos hablar de un momento dulce del teatro. Claro está que los responsables tienen la talla de Gerardo Vera, Mario Gas o José Luis Gómez. Lo que hay que lograr ahora entre todos es que los estudiantes vayan al teatro. En la educación está la clave de la afición teatral". -

Tío Vania, de Antón Chéjov. Teatro María Guerrero de Madrid. Del 7 de febrero al 23 de marzo.

Sonsoles Benedicto, Emilio Gavira, Malena Alterio, Emma Suárez, Francesc Orella (de izquierda a derecha, en segunda fila) y Enric Benavent (en primer plano), en un ensayo de <i>Tío Vania, </i>en el María Guerrero.
Sonsoles Benedicto, Emilio Gavira, Malena Alterio, Emma Suárez, Francesc Orella (de izquierda a derecha, en segunda fila) y Enric Benavent (en primer plano), en un ensayo de Tío Vania, en el María Guerrero.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_