El monje de la 'cantabrización'
Francisco Pernía, ex trapense, piloto de rallies, militar... preside el nuevo Racing
La vida después de Piterman, en un club de fútbol, requiere tipos con agallas. No es fácil vivir en el desierto. A Francisco Pernía es difícil meterle el miedo en el cuerpo. A sus 53 años, este hijo de panaderos, ha sido en su vida monje trapense, teniente de aviación, piloto de rallies, consejero de industria, de turismo, de economía, secretario general del PP cántabro, diputado y... presidente del Racing.
Un vistazo a su biografía delata su aventura vital y la sensación de que no ha perdido un minuto en su vida. Pero sorprende sobre todo el extraño salto de monje a militar. "Todo tiene su explicación", afirma con ironía. "Yo era el único novicio del Monasterio y estudiaba en el seminario. El caso es que tuve un problema con una chica, ya sabe... Reincidí y, tras la confesión, el abad me recomendó que quizás era mejor que me alejara un poco. Yo nunca tomé el hábito, pero estaba eximido del servicio militar como todos los monjes. Me gustaba mucho la mecánica, me alisté en el ejército del Aire, primero en Alcantarilla, luego estuve dos años entre el Sáhara y Mauritania. Cuando regresé me replanteé la vuelta al monasterio, pero lo de la chica era muy fuerte. A los 90 días me casé con ella. Hoy es mi mujer y la madre de mis tres hijos".
La mecánica le llevó a los rallies (toda una pasión) y los estudios en el seminario -"que luego convalidé"- a tres consejerías del Gobierno cántabro, a Magefesa, al grupo Mondragón, actualmente en la empresa Silver Eagle y de remate al Racing. Al Racing pos-Piterman, con el efecto tranquilizador previo de Manuel Huertas en su segundo mandato. "Entrar después de Piterman es entrar en un erial. El problema principal es que en esas situaciones la gente se da de baja. Él entendía que como había comprado el club, el club era suyo. Yo, que poseo exactamente el 80,3638% de la sociedad, sé muy bien que domino la parte mercantil de este club, pero hay otra parte que no se compra con nada: el sentimiento racinguista", reflexiona.
Pernía sabía que aquella época convulsa había dejado a los futbolistas muy tocados, "desorientados", dice él; "y sin el apoyo de la afición. La separación entre la sociedad racinguista y el Racing era casi total".
La primera solución tenía que ver con la recuperación del sentimiento: "Por eso, el primer cometido, tras el intento fallido con López Caro como entrenador, fue abordar la cantabrización del Racing. El retorno de futbolistas de la tierra como Munitis, Colsa y Luis Fernández, gente que enganchara el público con la grada. Empezamos mal, pero acabamos bien". A partir de ahí el Racing se ha construido entorno a esa fidelización y a la pura ley de la oferta y la demanda realizada con sinceridad. Se ficha para mejorar el equipo y, si lo que triunfa se puede vender, "el presupuesto, que siempre es en todos los clubes un brindis al sol cuadrará y, si no, pues a poner más perras hasta el año siguiente".
Pernía reconoce que acertó con Zigic, como resumen de esos planteamientos, y asume que por presupuesto el Racing "debería estar sexto por la cola y no sexto por arriba". Hoy puede hacer historia si se clasifica por primera vez para semifinales de Copa. Aunque extraña que a Pernía algo le pueda sorprender.
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