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Reportaje:

Cocido con 'capoeira'

60.000 personas acuden a la fiesta de Lalín, que cumplió 40 años con las 'garotas' otra vez como atracción

Diez garotas con sus glúteos al aire se apoderaron ayer del cocido de Lalín que cumplía 40 años de fiesta. Diez garotas, y otros tantos bailarines de capoeira, con torso descubierto y acrobacias de vértigo, fueron reclamo sobrado para atestar la capital del Deza (asistieron 60.000 personas a la fiesta convirtiéndola en la más concurrida de la historia, según la organización) en el prolegómeno del Entroido.

"¡Son de verdad!, ¡Son auténticas!", verificaba por los altavoces, como si hiciera falta, el amenizador del evento contratado por el Ayuntamiento, mientras la población en masa se echaba literalmente tras las brasileiras, afincadas en Valencia, que superaban los 170 centímetros de estatura, casi todos en las piernas que, a mayores, iban encima de otros 20 de plataforma. Hacía un frío como para curar jamones todavía a media mañana y los integrantes de las comparsas locales se abrigaban hasta las cejas bajo atuendos de romanos, árabes, rusos de la Rusia Imperial, e incluso de flamencas que entraban en calor cantando ¡Que viva Lalín! y haciendo palmas mientras esperaban que empezara el desfile.

Crespo loó la dieta atlántica y los grelos como componente afrodisíaco
Feijóo, Jove, Pilar Cernuda y Carme Adán, nuevos comendadores

Ya entonces, los glúteos al descubierto de las garotas habían empujado a un considerable número de asistentes a la parte final del desfile que la comparsa capoeira cerraba. "Los ponen al final para que no se les vaya la gente", comentaba la dueña de una panadería encantada de que, tras 8 años de ausencia -"a algunos les parecía mal que hubiera una atracción brasileira en una fiesta tan gallega"- las garotas regresaran a Lalín.

A los señores, en términos generales, también les pareció estupendo. "Ahí van, ahí van las brasileiras, ¡qué altas son!", comentaban algunos de cierta edad con ansiedad manifiesta mientras las nacionales que integraban las otras comparsas languidecían ya en la pura invisibilidad. "Pues no sé que les ven", matizaban al lado algunas mujeres, mientras daban cuenta de los detalles de las once carrozas locales que iban abriendo boca. "Es que aquí, en Galicia, no se puede ir con poca ropa al Carnaval. Con este frío".

Pero el pueblo en general se entregó a las brasileiras. Hombres y mujeres. El alcalde, Xosé Crespo, empeñado en darle la mayor publicidad a la fiesta, este año con cartel del pintor lalinense Antón Lamazares, había sometido a referéndum la contratación del grupo y ganaron por tres a uno los que dijeron que sí. "¡Miren las garotas en el cocidódromo de Lalín! ¡Miren la sensualidad femenina!", insistía el presentador mientras, en el palco, el presidente del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo, investido ya con la capa de comendador al lado de Ana Pastor y Telmo Martín amagaba con un movimiento circular de caderas al paso de las garotas que hacían carantoñas a los presentes, se fotografiaban con ellos, y se les acercaban para incitarlos a bailar al ritmo vertiginoso de su cintura.

Antes del desfile se celebró el Capítulo Xeral da Encomenda, consistente en la incorporación de nuevos miembros de honor de esta especie de cofradía del cocido. Un plato que, según definición de Crespo, tiene las "cualidades de la dieta atlántica y el aporte afrodisíaco de los grelos". Y para anunciar sus virtudes por el mundo se incorporaron en esta edición diez nuevos integrantes entre los que figuraban el propio Feijóo; la secretaria general de Igualdade de Vicepresidencia, Carme Adán; la periodista Pilar Cernuda y el empresario Manuel Jove.

Unos minutos antes, el presidente de la Corporación Voz de Galicia, Santiago Rey, había dado lectura a un pregón en el que, tras alabar las cualidades del cocido lalinense, rindió homenaje a Laxeiro y a Xosé Cuíña, fallecido recientemente y también evocado por Crespo.

Pero, sin hacerle ascos al cocido -los restaurantes locales no dieron abasto y numerosos comensales buscaron plato en localidades próximas- la multitud saboreaba la capoeira tras ocho años de dieta de una visión casi tangible y bien carnal de la pura sensualidad femenina contorsionada al ritmo de Brasil, tierra adorada.

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