Cuando Garnett se rió en mi cara
Si en las canchas quedara escrito todo lo que hablamos los jugadores durante un partido correrían ríos de tinta. Y no aludo a lo que comentamos con los árbitros o durante los tiempos muertos, que de eso posiblemente escriba en otra ocasión. No. Me refiero esta vez a cómo nos comunicamos entre los jugadores, nos picamos o, simplemente, tratamos de descentrar al rival de turno.
No me distingo por hablar mucho en la pista pero recuerdo en especial tres casos muy concretos en mi carrera. Uno se produjo nada más llegar a Toronto y jugamos contra los Nets de Vince Carter. Se me acercó, acarició el número de mi camiseta y me dijo no sé qué. Entre la sorpresa, los nervios y que todavía no dominaba el idioma no le entendí ni papas. Aparecí en todos los resúmenes del partido por televisión con cara de póquer, por así decirlo. Posteriormente hablé con él y me aclaró que lo que había tratado de darme a entender era que tratara bien la camiseta con el número con el que él triunfó durante mucho tiempo con los Raptors. Resultó que, sin que yo tuviera la más mínima idea, pedí para mí ese mismo número, el 15.
El segundo episodio se produjo en Minnesota, también la pasada temporada, durante un partido contra los Wolves. En un momento dado, penetré a canasta, me salió al paso Kevin Garnett y fallé la bandeja. A continuación, trató de intimidarme, digámoslo así, riéndose en mi cara. Yo también me puse a reír, no por parecer un presuntuoso, sino porque me hizo gracia. Cuando vio mi reacción, volvió a reír y aquí paz y después gloria.
Mi tercer recuerdo se remonta al play-off de semifinales de la ACB en un partido entre mi equipo, el Unicaja, y el Joventut. Fue muy tenso. En la cancha se dicen muchas cosas pero el 99% no tienen ningún tipo de importancia porque todos sabemos que estamos a mil revoluciones porque hay mucho en juego. Tuve un roce con Sergi Vidal, nos desafiamos, nos dijimos cuatro frescas y no acabamos muy bien. Pero poco tiempo después tuve la gran suerte de conocerle en la selección. Lo aclaramos todo y puedo asegurar que, además de ser uno de los mejores jugadores que corren por España, es un tipo maravilloso.
Otro tipo de diálogo, de gritos y consignas más bien, es el que mantenemos los jugadores de un mismo equipo. Los entrenadores suelen decir que la principal virtud para defender con eficacia es la comunicación entre nosotros en la pista. Hay multitud de detalles que matizar sobre la marcha: para defender un pick and roll, para advertir al alero a la salida de los bloqueos en los que no puede ver por dónde le viene el rival, multitud de ajustes que el base debe ordenar a grito pelado porque normalmente es el que mejor visión puede tener, etcétera. Si no existe una buena comunicación, raro es que un equipo defienda satisfactoriamente.
Algunos jugadores intentan descentrarte susurrándote alguna cosilla, especialmente cuando lanzas tiros libres. "¡Cuidado que estás pisando la línea!", "¡Quiero ver si los metes!", en fin, cosillas de este estilo. Por ejemplo, todo el mundo sabe que Bennett es uno de los que se distinguen por este tipo de comentarios. Pero no pasa de ahí. Mientras no se falte al respeto, te ríes un poco y ya está. A veces se proponen descentrarte y consiguen el efecto contrario, al menos en mi caso. A medida que uno va ganando en experiencia, cada vez le intimidan menos este tipo de situaciones. Al contrario, cuanto más aprieta el rival o el público, más te motivas y concentras.
Algunos jugadores aquí en la NBA son especialmente famosos por sus tretas, trash-talking les llaman. Gary Payton es un maestro. Incluso cuando está defendiéndote con toda intensidad, es capaz de estar hablándote, picándote, tratando de intimidarte verbalmente. Garnett, dos cuartos de lo mismo, aunque es más gestual. Otros, cuando los dos equipos están formados para salir a la cancha gritan entre ellos y para que puedas oírlos, claro, cosas como "¡Estos no nos pueden ganar nunca!" o "¡Van a ver estos lo que es bueno!". En fin, que cada uno trata de motivarse e intimidar como buena o malamente puede. Lo que cuentan son los hechos, pero a veces las palabras ayudan.
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