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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un mundo ideal

Caperucita Roja se está maquillando frente a un espejo mientras me explica su comportamiento sexual:

-Cuando conozco al lobo aún soy bastante niña, y no tengo mucho dominio de mis emociones. Pero cuando escapo de su estómago y él muere, comprendo que he perdido el único elemento de riesgo y pasión en mi vida. El bosque es un lugar aburrido y yo echo de menos a ese lobo.

Después, Cenicienta me enseña sus nuevos vestidos de encaje e hilos de oro. Tiene una diadema de brillantes, y una capa forrada de terciopelo. Pero no está contenta:

-Realmente amaba a ese príncipe. Él era mi sueño. Pero después de casarnos, se buscó una amante. Y la vida en el palacio no es lo que yo esperaba. Mucho oropel pero poca vida real. Creo que estoy más sola ahí que cuando fregaba los suelos en casa de mi madrastra. Al menos entonces tenía con quién hablar.

El príncipe replica en defensa propia:

-Oye, soy príncipe. Fui criado para ser encantador ¿Qué esperabas?

El camerino del teatro Victoria es como una casa de muñecas. Más bien, como un manicomio de muñecas. Por los pasillos corretea con prisas toda una constelación de personajes imaginarios. Un hombre semidesnudo con una cola peluda hace cola en el baño. Una madrastra malvada lee el periódico en una butaca. Sobre una mesa del segundo piso, reposa la cabeza de una bruja llena de verrugas y la de un duende con orejas puntiagudas, cuyos cuerpos no están a la vista. La única que parece normal es una rubia de pelo largo, que resulta ser Rapunzel.

Ella me habla sobre su vida, y lo duro que es estar encerrada en la torre y que su madre sea una hechicera. Es conmovedor. Pero afuera, el regidor grita: "¡Faltan cinco minutos! ¡Atención! ¡Cinco minutos!". Y comprendo que debo irme. Rapunzel tiene prisa. Esos bultos que está sacando de una caja son sus tetas, y se las tiene que poner.

Estoy paseando entre los personajes de Boscos endins, el musical que Dagoll Dagom estrena esta semana. La primera parte del espectáculo cuenta historias conocidas: Cenicienta quiere el amor, Caperucita quiere salvar la vida, Juan y su madre quieren dinero -pero sólo tienen unas habichuelas mágicas- y Rapunzel quiere su libertad. Al final, todos consiguen lo que buscan, son felices y comen perdices en el mundo ideal de los cuentos de hadas. Pero la segunda parte narra qué pasa cuando ya tienen todo lo que desean. Y nada es lo que creían. Es una fábula sobre la madurez con personajes de cuento infantil. Un alegato sobre la imposibilidad del paraíso.

Comienza el ensayo. Un narrador con frac sale a escena y pronuncia el conjuro:

-Había una vez...

Ante nosotros suenan las primeras notas musicales y se abren varias cabañitas del bosque. Cada una alberga una historia llena de fantasía. Son las puertas a un mundo mágico. De repente, suena un voz que dice:

-¡Basta! Esas puertas chirrían. ¿No se pueden abrir bien?

Es la voz de Dios. Y Dios es el director Joan Lluís Bozzo. La música se detiene. El regidor entra al escenario. Caperucita y un técnico revisan las bisagras.

Asistir a un ensayo teatral es espectar la creación de un mundo. Hay alguien poniendo todo en su sitio, y es necesario componer miles de artificios para que todo resulte natural. Especialmente en este caso. El montaje cuenta con 10 músicos, 15 actores y 15 técnicos. Hay un escenario giratorio. Hay una vaca y un caballo. Hay una bruja que entra en escena volando por los aires. Hay muñecos de bebés equipados para mear chorros de larga distancia. En suma, hay una cantidad descomunal de cosas que podrían salir mal. Durante un descanso, el príncipe azul me cuenta las complicaciones del montaje más emblemático del grupo, Mar i Cel:

-En ese montaje, había un gigantesco barco ocupando el centro del escenario. Y el día del estreno, falló. El maldito barco no se movió. Se volvió a montar 15 años después del gran éxito de Mar i Cel. Y el día del estreno, el barco volvió a fallar. El teatro es así de impredecible. Joan Lluís es un gran director porque está atento a todos los detalles por mínimos que sean. Y ya puede estarlo, porque Boscos endins es aún más complicada que Mar i Cel.

Y más cara. La productora Anna Rosa Cisquella calcula el presupuesto en 700.000 euros. Le pregunto qué pasa si un montaje así no tiene éxito. Responde sin dudar:

-Te arruinas.

Por suerte, hasta ahora, los ensayos con público han sido muy prometedores. Incluso han actuado ante una sala llena de niños -el público más despiadado- y reaccionar a carcajadas. Según las hermanastras de Cenicienta, fue mejor de lo necesario:

-En una escena, unos pájaros nos arrancan los ojos a picotazos. A los niños les pareció divertidísimo. Mira que son crueles.

El ensayo continúa. Ahora mismo, la bruja llama a Rapunzel. En el vaporoso escenario, entra la torre con su prisionera, que suelta su cabellera para dejar subir a su carcelera. Y entonces, entonces...

-¡Paren! La torre está entrando fuera de tiempo ¡Tendría que haber llegado en el compás anterior!

Un mundo perfecto quizá no sea imposible, pero requiere un director con don de mando.

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