El Athletic muere en tres minutos
El Racing liquida el partido y casi la eliminatoria con dos goles que afean a los rojiblancos
Había morbo vecinal, intensidad previsible. Pero no. Hubo un gol (digno de estudio en Lezama por la desatención defensiva del portero) y otro en fuera de juego que prácticamente clasifican al Racing para las semifinales. Pensar en tres goles rojiblancos en San Mamés queda reservado para los amantes de la ciencia ficción.
Sería por la Copa y su formato de muerte casi súbita, sería por el cansancio acumulado o sería por la rivalidad vecinal, o porque uno de los contendientes está infravalorado (el Athletic) y el otro sobrevalorado (el Racing), o porque ni uno ni otro tenían su día o porque andan más justitos de lo que creen, o por lo que sea. Pero lo cierto es que había partido y no había fútbol en un Sardinero repleto pero aburrido que apenas parpadeaba cuando algún futbolista llegaba tarde al cruce y arramplaba con su oponente por los aires.
RACING 2 - ATHLETIC 0
Racing: Coltorti; Pinillos, Garay, Oriol, Ayoze; Jorge López, Jordi (Duscher, m. 66), Colsa, Serrano (Pablo Álvarez, m. 73); Tchité y Bolado (Smolarek, m. 65). No utilizados: Ángel; y Navas.
Athletic: Aranzubia; Iraola, Ocio, Amorebieta, Del Horno; Susaeta, Orbaiz, Muñoz (Tiko, m. 81), Gabilondo; Aduriz y Llorente (Garmendia, m. 59). No utilizados: Raúl Fernández; Ustaritz, Murillo y Tiko.
Goles: 1-0. M. 75. Centro de Colsa que cabecea Tchité entre los centrales y ante un adelantado Aranzubia. 2-0. M. 78. Smolarek, en fuera de juego, remacha un tiro de Pablo Álvarez.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Amorebieta, Jordi y Smolarek
Unos 20.000 espectadores en El Sardinero.
Porque correr se corría y luchar se luchaba, lo más aproximado a un partido, lo más alejado del fútbol. Al menos, los quinientos seguidores del Athletic se crecían con los arranques impetuosos de Amorebieta, plenipotenciario en el campo. Más que a un mariscal a lo Beckenbauer, se asemejaba a un teniente valeroso que impulsa a la tropa. La mayoría racinguista se emocionaba con algunas coladas del joven Iván Bolado, extremadamente hábil para penetrar entre los centrales rojiblancos.
Lo demás era un ejercicio gimnástico. Series y más series en el centro del campo con algunos atisbos de Orbaiz y algunos detalles de Colsa que casi nacían y morían en el mismo instante.
Que había porteros se notaba en los saques de puerta y en algunos blocajes o despejes en los córners; que había defensas se notó en que casi siempre ganaban a los delanteros. Y todo así, lleno de una tensión vacía de contenido.
A Amorebieta alguien le dijo algo en el descanso y se quedó en la cueva de la defensa. Es decir, todo volvió a la previsibilidad habitual, al juego directo, diáfano, sin aristas de los rojiblancos. A cambio, al Racing lo revitalizó Iván Bolado, que a punto estuvo de aprovechar el habitual error de Aranzubia. Allí, en la cueva, Amorebieta, quizás aburrido, se ganó una tarjeta de las suyas: una falta tan exagerada como innecesaria. De las suyas. Otra vez Dr. Jekill y Mister Hyde.
Lo cierto es que el Racing decidió volcarse sobre el área del Athletic con más corazón que acierto. Le puso cerco, a oleadas, en acciones confusas y otras claras. Y tuvo el gol Oriol, que remató mal y, para colmo, dio en la espalda de Bolado para acabar escapándose el balón fuera ante un avasallado Aranzubia. El Athletic había dimitido tras el descanso como suele desde hace dos años. Sencillamente, se fue.
Y llegó el gol de Tchité, metido entre dos centrales que le dieron dos metros y con el portero a media salida. Peor imposible. Y llegó el gol de Smolarek, sí, en fuera de juego, pero también por la espalda de la defensa. Era el resumen de un Racing caliente frente a un Athletic ausente. En tres minutos se liquidó el partido y la eliminatoria, en dos centros cruzados muy previsibles. La duda de si ganó el mejor se resolvió a favor del que más quiso, del que más puso en el empeño. El fútbol estaba en el corazón más que en la cabeza.
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