El científico errante
El 22 de febrero de 1916 un joven investigador canario llamado Juan Negrín solicitaba a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), desde la Universidad de Leipzig, ayuda para trasladarse con su esposa y dos hijos "al laboratorio de fisiología que dirige el profesor Meltzer en el Rockefeller Institute for Medical Research y en el laboratorio que dirige el profesor Graham Lusk en la Cornwell University, y estudiar con este último la glucosuria originada por la fluoricina. Perfeccionar también la técnica quirúrgico-fisiológica en el Rockefeller Institute. Si a los seis u ocho meses puede estimarse ultimada la labor en New York, puede pasar previa consulta y autorización de la junta a la Harvard University cerca de Boston, a trabajar con Cannon y Porter y conocer prácticamente los métodos originalísimos, que, según un folleto de Porter, se siguen allí para el estudio de la fisiología". El impacto de la Guerra Mundial sobre la vida académica alemana le obligaba a renunciar a un puesto de Privatdozent en Leipzig y buscar en América su vida científica.
La relación de Negrín con el socialismo académico alemán forjó su personalidad
Miembro de la burguesía comercial canaria, Negrín había finalizado a los 14 años los estudios de bachillerato y marchó a Alemania a estudiar Medicina en Kiel y después Leipzig, cuyo Instituto de Fisiología era el principal referente internacional. Fue ayudante del Physiologisches Institut en momentos de efervescencia científica y política, como discípulo de Ernst von Brücke, doctorándose en 1912 e iniciando una prometedora carrera universitaria. La relación de Negrín con el socialismo académico alemán forjó la otra vertiente de su personalidad, complementaria de la investigación experimental: el compromiso político. Sus proyectos americanos fueron sustituidos por el Laboratorio de Fisiología General de la Residencia de Estudiantes, a cuya dirección fue llamado por Ramón y Cajal. Su obra científica se había iniciado con trabajos sobre la integración entre las glándulas suprarrenales y sistema nervioso.
Situado en un pequeño local del Transatlántico de la Residencia, las instalaciones del Laboratorio de Fisiología no eran óptimas. Sobre ellas diría su discípulo y rector de la Universidad de Valencia José Puche desde el exilio mexicano: "... ocupaba no más de un centenar de metros en el pabellón destinado a los laboratorios científicos. En aquel recinto limitado fueron aposentados con decoro los laboratorios de demostración, los dedicados a los investigadores, la biblioteca, y un simpático rincón donde, después de la refacción, un grupo de amigos solíamos charlar despreocupadamente ante unas tazas de buen café preparado al uso de la Gran Canaria... Entre sorbo y sorbo, oyendo las anécdotas del día, podíamos hojear libros y revistas recientes. La información que allí se recibía era de primer orden, como seleccionada por nuestro anfitrión, don Juan Negrín, que colmado de lauros académicos acababa de regresar de Alemania..."
La penuria financiera multiplicó esos años los escritos de Negrín a José Castillejo, secretario de la JAE, sobre la falta de personal. En una carta de 15 de abril de 1931, le solicitaba que se le redujera el sueldo en 600 pesetas para distribuirlas entre sus jóvenes discípulos Severo Ochoa, Blas Cabrera, Rafael Méndez y F. Grande Covián; una grandeza de espíritu que en algunos casos cayó en el mismo olvido que la memoria del perdedor.
Las dificultades para el comercio internacional en una etapa crítica como la Gran Guerra y la posguerra y la condición de penuria del laboratorio no eran obstáculo para imaginativos diseños artesanales que permitieron adaptar instrumentos utilizados en Alemania. Algunos de estos aparatos fueron presentados ante la comunidad científica, como relataba Rodríguez Lafora en su crónica del diario El Sol, tras la presentación de un estalagmómetro para contar gotas de los fluidos orgánicos en el Congreso Internacional de Fisiología de París de 1920, donde se dieron a conocer las líneas de investigación del grupo de Negrín.
En el laboratorio se impartían actividades docentes prácticas para estudiantes de Medicina coordinadas por el propio Negrín y por J. D. Hernández Guerra. Al grupo se sumaron J. M. Sacristán, R. Pérez-Cirera, F. Grande Covián, Blas Cabrera, R. Méndez, J. García Valdecasas y Severo Ochoa. Además, se desarrollaban las investigaciones de los licenciados que iban a Madrid para realizar el doctorado. Los experimentos abarcaban tanto la fisiología del sistema nervioso, la acción de las glándulas, el análisis químico de los líquidos biológicos, las vitaminas, los estudios sobre la dieta y la alimentación, o la fisiología de la actividad muscular. El documental Así es España, recientemente restaurado por la Filmoteca Valenciana, muestra los experimentos del laboratorio de Negrín con el electrocardiógrafo a finales de los años veinte.
Pero la Guerra Civil truncó la mayor parte de los proyectos científicos. El exilio, la depuración y el asesinato fueron los principales responsables. Negrín se vio obligado de nuevo a abandonar España en 1939, con la esperanza de reconstruir el Gobierno republicano en el exilio. Salió camino de París, donde permaneció refugiado hasta mediados de 1940. La invasión nazi de Francia le llevó a Londres, donde compaginó su labor diplomática con la participación en la vida académica. En la British Society for the Advance of Science de Londres pronunció una conferencia sobre Ciencia y Gobierno, en la que defendía el compromiso social. Allí colaboró con J. B. S. Haldane, reputado fisiólogo británico que estudiaba los efectos de la presión sobre el organismo, para analizar las condiciones de supervivencia en el interior de los submarinos. En 1949 asistió al congreso de la British Physiological Society.
Al acabar la guerra regresó a París para mediar en círculos de exiliados y en foros internacionales, como presidente del Gobierno republicano en el exilio. Los últimos testimonios de su actividad política aparecen en las páginas del New York Herald Tribune, donde en abril de 1948 criticó la inclusión de la España franquista en el Plan Marshall. Fueron los últimos pasos de un hombre cuya biografía estuvo marcada por el compromiso con la ciencia y el socialismo. Ambas vocaciones le convirtieron en un perdedor. Sin embargo, la generosa semilla que recibieron sus discípulos germinó en los mejores laboratorios de fisiología extranjeros. Hoy, cincuenta años después de su muerte, recuperamos la memoria del vilipendiado perdedor de tantas guerras: aquel sabio y generoso científico errante.
Josep Lluís Barona es catedrático de Historia de la Ciencia de la Universitat de València.
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