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Temerarios al volante

El derrape vital de los 'makeleles'

200 fanáticos del motor y la velocidad integran en Vigo una tribu estrepitosa

Hacen un ruido atroz, en la calle y en Internet, mostrando ostentosamente los primeros rasgos de su condición de tribu contemporánea, que la Administración no reconoce, perdidas sus señas de minoría en las estadísticas del común. Tampoco acierta a neutralizar su estrépito. El trágico accidente de Vigo, en la madrugada del sábado día 12, donde un matrimonio falleció por el pique en el centro de la ciudad de dos de estos conductores, Makelele y Coletas, de 21 y 20 años, conduciendo ambos coches de gran cilindrada, los ha puesto en primera línea de actualidad. A ellos el accidente los volvió esta semana huidizos y silentes, escuchando denuncias de los vecinos de sus carreras peligrosas y a la Policía Local, negar la existencia de tales competiciones, que califica de meras "pasadas".

El fracaso escolar y el consentimiento familiar, claves de la identidad común
Visitan desguaces, consumen drogas con fluidez y gastan mucho en móviles
El mercado está en la propia tribu y en las múltiples ofertas de Internet
Consiguen coches de gran cilindrada por 4.000 euros, su techo de precios
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Una de las zonas más referidas como escenario de carreras ilegales en Vigo es la de Navia, un barrio de viviendas sociales en construcción. El trazado de las nuevas calles y la población aún escasa, lo mismo que el tráfico rodado, convierten ese polígono en una tentación para carreras y rotondings (giro circular con el automóvil en posición transversal, esto es, con el morro orientado al centro de la rotonda y quemando las ruedas en un permanente derrape). Durante el año pasado, escuchando las denuncias vecinales, la Policía Local instaló 189 controles en Navia, identificándose con luces y uniformes unas veces y con coches camuflados y agentes de paisano, otras. No llegaron a detener a nadie.

En la tribu los apodos pesan más en la identidad de sus miembros que los propios nombres. Makelele ya era un figura en su ambiente, que es el del motor en Vigo, pero en versión marginal o lumpen. Tienen unos 20 años y viven con la atención volcada en los ciclomotores y los coches de gran cilindrada. Podrían ser unos 200, de los que unos 50 estarían ya en uso y disfrute de máquinas o maquinillos (así llaman a los coches), jaleados por la tropa de motoristas que entretienen sus sueños de subir en el escalafón paseando los escapes libres de zipitos o yogitos (adaptación al argot de modelos de la marca Piaggio), escandalizando con sus caballitos. No paran quietos, ni en los ámbitos de la tribu.

En diciembre de 2006, por ejemplo, saltó desde Internet a las páginas de los diarios locales la grabación de la carrera nocturna de un Mini que circulaba a 140 por hora por Sanjurjo Badía y Travesía de Vigo, la primera una vía estrecha y ambas muy populosas. Fue el copiloto quien grabó esa carrera descerebrada y la colgó en You Tube. El piloto se apresuró a vender el coche, para que no le identificaran, y ahora está casado, apartado de esos alardes. Otros esperan la ocasión de hacerse con una máquina para superarlos y colgar su hazaña en Internet.

El continuo que marcan los barrios de Teis, la Trave (Travesía de Vigo), O Calvarioy A Doblada es el hábitat principal de la tribu. Jenaro de la Fuente, la calle marcada por el tremendo accidente del día 12, está en el centro de ese territorio, que comparten pandillas de 20 o 30 individuos.

No tienen trabajo estable ni interés en alcanzarlo. Les llega con los temporales. Están a cubierto de techo y comida, viviendo con los padres, y así pueden dedicar íntegramente sus magros ingresos a los vicios del motor, móviles y drogas, que también consumen con fluidez. En la tribu manda la inmediatez. Visitan desguaces, destripan y recomponen sus vehículos con pasmosa destreza y arañan cuartos trapicheando piezas, en los menudeos de la droga o cumpliendo un encargo esporádico.Son futboleros y machistas militantes, con padres complacientes, indulgentes o meramente derrotados desde la etapa escolar por su energía cerril.

Todos están marcados por el estigma del fracaso escolar. Leen y escriben con dificultad. En ese primer fracaso del sistema educativo, que tampoco corrige el ambiente familiar, los sociólogos atisban la madre de otras consecuencias nefastas: si no hay formación en principios generales, mal pueden entender la educación vial, que desdeñan siempre que no tengan el aliento de un policía en la nuca.

"Aquí llaman de vez en cuando preguntando si hay algún maquinillo de 4.000 euros, pero no los tenemos a ese precio", afirma Marcelino Garrido, gerente en Vigo de Bugas, el principal concesionario gallego de vehículos de ocasión. "En todo el año pasado vendimos dos a dos chavales de esa edad, aunque dudo que pertenezcan a la tribu".

El propio Garrido, que fue piloto de rallies en su juventud, puede entender la pasión que suscitan los coches más potentes, pero subraya las enormes distancias que separan a su generación cincuentona de la tribu actual. "Entonces era muy difícil poder adaptar los coches para las carreras, no había mercado de componentes. Ahora, con algo más de 1.000 euros ya equipas cualquier coche con chips de potencia o con lo que necesites. Yo detecto por la calle muchos coches preparados".

El mercado está en el ámbito de la propia tribu -uno cambia de máquina y traspasa a un colega todas o algunas piezas de la que venía usando- y en el espacio sin fronteras de Internet, con servicio a domicilio. No importa tanto las garantías de durabilidad de la compra como su efecto inmediato: la propulsión, la velocidad.

"El ser humano busca el placer asociado al vértigo (sube la adrenalina), pero también asociado a la autoestima (demostrar ante los colegas que se es el mejor) y a la consecución de un logro (aunque éste solo esté en la mente del conductor)", explica José Luis Veira, decano de la facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña y experto en valores sociales.

No puede obviarse el papel totémico que ha conquistado el coche en la sociedad moderna. El sociólogo Xan Bouzada atisba en la tribu los rasgos del "pobre opulento" que oculta sus miserias en las marcas y cilindradas ostentosas y, por otra parte, una versión moderna de gamberros, "pero mucho más peligrosos que antaño, en tanto conciben el coche como una herramienta de libertad sin reparar en que con sus usos la convierten en un arma asesina".

En Vigo, como en el resto de Galicia, no hay carreras ilegales organizadas, sino que se improvisan sobre la marcha, por mera diversión (reclamada por el tedio y la empanada de hachís y estimulantes) o para ligar a una piba. Los vecinos interpretan el estrépito como una competición y piden más policía. Y la policía responde que lo que los vecinos oyen son "pasadas", la tribu de paso a otro sitio o a ninguna parte. Raramente cruzan entre sí apuestas económicas, nunca se ventilarán las cifras del héroe Dom Toretto.

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