Gran Robinho, inoperante Pablo

El clásico repitió su esquema más reciente y desfiguró a los jugadores del Atlético. Sólo hubo una excepción. Fue Agüero. En el peor día de su equipo, condenado a jugársela contra una defensa experta y rigurosa, el argentino se mostró lúcido y brillante. Del lado contrario destacaron Robinho, Raúl, y Guti, pero sin estridencias.

» Agüero. En la noche en que se sabía observado, se comportó con la serenidad de los grandes competidores. Fue audaz en sus decisiones y siempre eligió bien. Además de un definidor excepcional, el Kun es un futbolista juicioso. El argentino siempre parece tranquilo porque es el único que sabe cuál es su situación, la del rival y la de sus compañeros. Si hay que pasar, pasa bien y a tiempo; si hay que regatear, casi siempre gana; si hay que rematar, casi siempre acierta. Ayer el larguero le frustró su mejor ocasión. No tuvo muchas porque el Atlético careció de juego entre líneas.

» Maxi. Tardó más de media hora en encarar a Torres. Se fue y centró para que Agüero rematase al larguero. No repitió la operación, reacio al mano a mano. Optó por buscar la diagonal, pero no consiguió profundizar, ni dar claridad a las jugadas. Lo pagaron sus delanteros con altas dosis de aislamiento.

» Robinho. El jugador más desequilibrante del Madrid. No se sabe si por méritos propios o por avatares de la coyuntura táctica. Ayer dirigió sus regates contra dos oponentes que se le desmoronaron antes de presentar batalla, Perea y Pablo. No pudieron con él. Robinho palpó el pánico. No había más que apuntarlos con el balón al pie y se espantaban. Por ahí atacó Robinho. Por ahí se hundió el Atlético.

» Pablo. Es un misterio del fútbol. Luis Aragonés pretende llevarlo a la Eurocopa alentado por algo parecido a la compasión. En el partido de ida, hace cinco meses, descuidó a Raúl en el gol que abrió la victoria del Madrid. Ayer repitió ante Robinho. Le cedió la pelota en el borde del área y el brasileño, agradecido, metió un centro que provocó una concatenación de errores en la zaga local. Abbiati, Eller, Perea y Antonio López fueron víctimas de su inoperancia.

» Raúl. Es un canto a la superproducción. Un manual abierto de psicología del rendimiento. Ayer dictó un cursillo de gestión de recursos. Administró bien los suyos y organizó los de su equipo en un derroche de energía. No paró de hablar con el banquillo, con sus compañeros, con el árbitro, y con los rivales. Hizo su gol de rigor en el Calderón.

» Forlán. Fue la víctima del vacío de poder del centro del campo del Atlético. Los centros le llegaron tarde, o pasados. Los pases, siempre en condiciones desfavorables. Sólo Agüero le puso en balón en condiciones. Le pegó con tanta fuerza y lo ajustó tan bien que obligó a Casillas a estirarse para despejar con la punta de los dedos.

» Cannavaro. El Atlético tardó media hora en pisar el área de Casillas. Fue mérito de la defensa, bien dirigida por Cannavaro. El italiano mezcla el estoicismo para leer el partido con la agresividad para marcar la raya. A diferencia de sus homólogos rojiblancos, Cannavaro hace sentir al adversario que siempre corre un riesgo. Es tan regular que a veces pasa desapercibido.

» Guti. Fue la carta en la manga de Schuster. El técnico le devolvió a la titularidad para asociarle con Gago y arrebatarle la pelota al Atlético. El plan funcionó con una consecuencia doble: liberó a Sneijder, en la medida en que le permitió recibir el balón en posiciones más adelantadas, y contribuyó a desconectar la presión del Atlético. Motta y Raúl García no encontraron ni la pelota ni la marca y desasistieron a sus extremos.

Atlético de Madrid 0 - Real Madrid 2