El vals del Villarreal
Coherencia del conjunto de Pellegrini y nueva equivocación de Koeman en el Valencia
La coherencia deportiva e institucional triunfó ayer en El Madrigal. El buen hacer en la gestión del Villarreal se levantó sobre el despropósito y el caos del Valencia de Juan Soler. El campo fue una prolongación de los despachos. El vals del cuadro de Pellegrini contrastó con el fútbol anodino de los hombres de Koeman, que volvió a equivocarse en la alineación. Y volvió a perder, que es lo que ha venido haciendo desde que aterrizó en Manises. Su récord es espeluznante: sólo ha ganado uno de nueve partidos de la Liga con cinco derrotas y tres empates. Insuperable.
Pirès destapó su viejo repertorio de fintas, caños y disparos enroscados. Las víctimas fueron pasando: Baraja, después Arizmendi y, finalmente, Hildebrand. Ante los estragos que causaba Pirès, Baraja pegó una bronca a Arizmendi exigiéndole una respuesta más enérgica ante las sutilezas del volante francés, rejuvenecido a los 34 años.
Mucho presumir de que apuesta por la gente joven, pero, llegada la hora de la verdad, Koeman dejó a Banega en el banquillo y regaló la primera parte, como en el Calderón. El ataque valencianista resultó tan previsible como de costumbre. Sin pases interiores, sin servicios en profundidad, sin unión entre las líneas, Villa volvió a tener la misma influencia en el juego que un poste telefónico. Joaquín y Vicente se pelearon en una batalla siempre en inferioridad. Y Silva también vino a ser irrelevante en esa posición de tercer hombre del centro del campo.
Koeman tiene cosas de Van Gaal. La contumacia, por ejemplo. Insiste en preferir a Villa pese a que el asturiano pasa por su peor racha desde que está en Primera y necesita el doble de tiempo para marcar que Zigic.
Pellegrini, en cambio, lleva cuatro años puliendo una idea futbolística diáfana. Dos delanteros que ocupan los espacios de los extremos y sacan a sus centrales de sus casillas. Cuatro centrocampistas con buen manejo de la pelota y dos de ellos con gran libertad creativa para enganchar con los delanteros, ayer Pirès y Cani, además de un lateral o uno de los mediocentros con la obligación de subir.
El resultado es un fútbol tan plástico como efectivo que puede presumir de cometer un número ínfimo de faltas. No las necesita porque suele estar muy bien ubicado. Caso de Bruno. "Soy como Guardiola, pero no tanto", dijo este joven. Y ayer a fe que se pareció a Guardiola. Sobre todo, por la forma de mover a su equipo al primer toque.
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