_
_
_
_
Reportaje:ESCAPADAS

Un canto a la buena vida

Lyón, escaparate del refinamiento en sus calles, mesas y galerías

A las cuatro de la tarde de un sábado, en las inmediaciones del centro comercial La Part de Dieu, en Lyón, no cabe un alfiler. Hace tres horas que los franceses han comido. Como evitan la siesta, en casa ya no tienen donde meterse. Desde ahí se impone la vista del edificio Le Crayon. A su lado, el mercado Les Halles Paul Bocuse homenajea al chef, que sigue comprando ahí, a la vez que insinúa refinamiento gastronómico.

Cruzando el Cours Lafayete, entramos en el refinado barrio VI. De camino al centro por Cours Vitton, destaca la presencia de chocolaterías. Cada dos pasos hay una. Richard se sale en cuanto a exquisitez; es una boutique minimalista, todo en ella es delicadeza, menos los precios. Bernachon y Tourtiller son una fiesta: en sus correspondientes salones de té, la aristocracia lionesa cuelga los abrigos de visón, toma asiento y duda entre mojar o no las virguerías de gateaux de chocolate. También se ofrece la pate croûte, un brioche relleno de paté caliente propio de Lyón.

Hacia el centro

Atravesar el Ródano (Rhône) por el Pont Morand tiene sus ventajas. Por un lado, a la derecha, se obtienen las mejores vistas del barrio de la Croix Rousse, y por otro, una vez pasado el puente, espera la Ópera de Lyón, cuya bóveda vidriada es una de las mejores obras de Jean Nouvel. Vale la pena subir a su restaurante, Les Muses de l'Opéra. Si el sol es permisivo, es una opción tomar un café en su terraza panorámica frente al hotel de Ville (Ayuntamiento).

Éste es el norte de la Presqu'île (península). En realidad es la parte de la ciudad situada entre los dos ríos. Tiene algo que succiona. Por ejemplo, la Rue Herriot, llena de edificios del siglo XIX. O la Place des Terreaux, renovada en 1994 por los arquitectos Daniel Buren y Christian Brevet, donde se encuentra el Museo de Bellas Artes, cuyo jardín es una delicia.

En mitad de la plaza prevalece la fuente-escultura de Bartholdi (famoso por haber diseñado la estatua de la Libertad). Pegada al museo, no pasa inadvertida la Maison de l'Arquitecture. Es un centro lleno de interesantes proyectos, agitador cultural, con un programa que incluye vernissages (inauguraciones, aperturas) a partir de las 18.30, cuyo objetivo es conseguir que la nueva generación de arquitectos franceses exponga sus propuestas.

La Presqu'île también agrupa un buen número de restaurantes minúsculos en los que, aunque parezca mentira, caben muchas mesas. Apretadas, obvio. Se llaman bouchons. Si lo que se busca es intimidad, el bouchon no es el sitio. Son casas de comida, tabernas, representativas de Lyón.

Bouchon significa "corcho", pero el nombre viene porque a ellas tenían por costumbre venir a comer los caballeros, con los caballos, y antes de entrar los limpiaban y los cepillaban. A eso se le llama bouchoner. Son espacios tradicionales y entrañables. Con cartas sin malabarismos y vino servido en las ancestrales pots, botellas de fondo enorme, también típicas de la ciudad.

Un clásico de la zona es el Café des Negociants, distinguido, insoportablemente selecto. El interior, pintado en lila, se llena de acciones, compraventas y adulterios vestidos con traje. Encuentra su contrapunto en el Café de la Cloche, muy sartreano; un gracioso café que organiza tardes temáticas del estilo "¿existió Jesús?", "¿pueden las religiones escapar del fanatismo?". En fin, lo de siempre: hombres de negocios, por un lado, y sofistas de pastis y Philip Morris, por otro.

A partir de las siete de la tarde, la Rue Merceire mantiene bouchons y tiendas chic: diseñadores de joyas, estilistas japoneses... Desemboca en la enorme Place Bellecour, que enseña a Luis XIV en versión ecuestre. También está animado el Quai des Celestins, y el de la Pecherie. Se trata del paseo que bordea el río Saona (Saône), el otro que atraviesa la ciudad.

Conviene no perderse la Rue de la République. Allí, casi en la esquina con la Place La Vite, está el edificio donde nació el periódico provincial Le Progres, un inmueble barroco hoy reciclado en la Fnac. Al lado se mantienen los míticos cines Pathé. Los hermanos Pathé fueron famosos por hacer la competencia a los hermanos Lumière, quienes crecieron en Lyón y, como veremos, dejaron huella. Más allá, entre la Place Bellecour y la Place Carnot, el distrito se prolonga en forma de arte. Sólo en la calle Auguste Compte se contabilizan 19 galerías.

El barrio de moda

Pero el barrio de moda en Lyón es el Croix Rousse. Se trata de una montaña de pasado convulso. Allí vivían los canuts, los obreros de la seda, la industria tradicional de Lyón. El antiguo vecindario obrero se está metamorfoseando. Poco importan sus cuestas. Por ellas descendieron en 1831 los canuts reclamando derechos y cantando letras de Aristide Bruant como C'est nous les canuts, nous sommes tout nus. Así hicieron una revolución que llegó y trastocó a las altas esferas del Gobierno de París.

Ganaron. Ahora, ese pasado popular se palpa en la cantidad de talleres, artesanos, restauradores, galerías, estudios fotográficos que lo vivifican. Vale la pena callejear por Montée de la Grand Coté o Place Colbert. Es un barrio activo y atractivo. Se encuentran calles como la Rue des Capucins, donde está la librería Ouvrir l'Oeil; la curiosa tienda Artoyz, donde se venden esculturas de personajes de cómics, y el familiar Bar des Capucins.

En la Rue Rozier está la galería de objetos textiles Sophie Cayot. Es indispensable el Passage Thiaffait, pues allí se encuentra la activísima Village des Createurs, punto de encuentro de la vanguardia artística. Aquí se cuece el Lyón bohemio, el que apuesta por mantener su apariencia despreocupada, con cafeterías donde estirar la tarde como A Chacun sa Tasse (¡no perderse el salón de arriba!); con bares nocturnos de aire alternativo como el Bec de Jazz y Athmosphreres, o con salas de música electrónica como el Apéromix.

En cualquier caso, conviene no perderse la Cité Internationale. Situada detrás del Parc de la Tête d'Or, representa el Lyón contemporáneo. Incluye la visita al Museo de Arte Contemporáneo y al Palacio de Congresos, edificados por el arquitecto Renzo Piano y el paisajista Michel Corajous. Contrasta con el Lyón medieval, situado a orillas del Saona, como metido en un cuento de hadas. Es el más turístico, el de los bouchons más caros, con calles adoquinadas y la gran catedral de Saint Jean.

Como remate, es imposible estar en Lyón y no pasar por el Instituto de los Hermanos Lumière: la cuna del cine. Presidido por Bertrand Tavernier. Es un espacio de lo más agradable. Incluye la visita a la villa, la casa en la que vivieron. Fue la última creación arquitectónica del padre de los cineastas. Es una imponente mansión remodelada en la que destacan el jardín de invierno en la planta baja y el centro de documentación en la última.

Un parque conecta la villa con el Hangar, hoy monumento histórico. En él se inventó, en 1895, el cinematógrafo. También fue el primer decorado de la historia del cine. De ahí salían los obreros que dieron origen a la mítica película La salida de la fabrica Lumière. Actualmente es una sala de cine, a la que los espectadores acceden por el mismo camino del que salían aquellos obreros.

Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Envío sin cargo (Editorial Renacimiento)

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos e información- Prefijo telefónico: 0033.- Oficina de turismo de Lyón (4 72 77 69 69; www.lyon-france.com).Cómo ir- Easyjet (www.easyjet.com), ida y vuelta a Lyón de Madrid, desde 35,48 euros. También vuela desde Barcelona.- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500), ida y vuelta a Lyón desde Madrid, desde 130,56 euros.- Air France (www.airfrance.es; 902 20 70 90), ida y vuelta de Madrid o Barcelona, desde 84 euros.Visitas- Instituto Lumière (4 78 78 18 95; www.institut-lumiere.org). 25, Rue du Premier Film. Lyón. De 11.00 a 18.30, excepto los lunes. Entre 4 y 6 euros.- Ópera (www.opera-lyon.com; 826 30 53 25). Place de la Comédie.- Museo de Bellas Artes (472 10 17 40; www.mba-lyon.fr). 20, Place des Terreaux. 6 euros.- Museo de Arte Contemporáneo MOCA (www.moca-lyon.org; 472 69 17 17). 81, Quai Charles de Gaulle. 8 euros.- Village des Createurs (478 27 37 21; www.villagedescreateurs.com).Salir- Bares de Croix Rousse: Bec de Jazz (19, Rue Burdeau), Apéromix (20 bis, Montée St. Sebastien), Atmospheres (9, Montée des Carmelites); A Chacun sa Tasse (2, Rue du Griffon).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_