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Reportaje:

La lotería de la lamprea

El escaso caudal de los ríos amenaza la campaña de pesca en toda Galicia

Por la ribera del Tea, el sorteo de la lamprea se espera con más ansiedad que la lotería de El Niño. Como si de la noche de Reyes se tratase y tras "escaquearse del trabajo", cada uno como puede, más de medio centenar de pescadores atestaban ayer el refugio de A Freixa (Ponteareas), donde agentes forestales de la Consellería de Medio Ambiente extrajeron los números ganadores de una bolsita negra en que la se fijaban las miradas ansiosas de los 63 aspirantes a ocupar alguna de las 48 estacadas o puestos de pesca. Finalmente serán 30 los permisos para esta temporada, que arranca el 21 de enero y se cierra el 30 de abril, en un año en el que la escasez de lluvias ha mermado el caudal del Miño. "Ahora empieza a remontar", señala Marcial Carrera, uno de los forestales más duchos.

Hay un mercado negro de venta de lampreas que mueve miles de euros
El año pasado, una embarazada de 8 meses pescaba a las 6 de la mañana

Diez minutos antes de que dé comienzo el sorteo, el pequeño refugio es punto de encuentro para hombres de todas las edades que ansían los puestos más cercanos a la desembocadura. El ritual pasa de padres a hijos y se remonta a muchos años atrás. Ese carácter ancestral es una de sus señas de identidad, ya que es el único tipo de pesca que permite "luz artificial, montar un puente y practicarla de noche", matiza Marcial. Y primitivo es también el sistema de captura: tras instalar el voladizo de madera o hierro, que no debe sobrepasar la mitad del cauce, los pescadores utilizan la fisga, un arpón con dientes. La clave está en que mientras uno tiene el ojo en el bicho, no suba de repente el caudal y se lleve por delante el rudimentario puente. Marcial recuerda que "el año pasado cayeron uno detrás de otro 8 ó 10, pero no pasa nada".

Aunque la cuantía de las sanciones hace que pocos se la jueguen (llegan a 3.000 euros), aún hay quien tienta la suerte pescando sin licencia. "Está muy controlado, siempre tienes que llevar el DNI encima", dicen. Por otro lado, todo es cuestión de picardía porque "ahora, con los teléfonos móviles, es más complicado vigilar, se avisan unos a otros cuando nos ven aparecer por la carretera", relata Marcial. A pesar de la familiaridad que se respira, se ve que esto es algo serio cuando aparecen una pareja de la Guardia Civil y otra de la policía, en contacto con los forestales para custodiar la buena praxis de los aficionados y el desove del pez, toda una tentación para el furtivo porque la lamprea "está tan concentrada en el proceso que casi no se mueve y se puede coger con la mano".

Pero lo curioso es el vacío en la normativa respecto a la distribución de este preciado pez migrador que ha originado "un auténtico mercado negro que mueve miles de euros" entre la pesca en el río y en la desembocadura. "Alguno vende, pero la mayoría es para consumo propio", comentan. Un dato difícil de creer ya que hay quien puede sacar hasta 500 lampreas en una temporada y no es un pescado apto para congelar "porque se le pone la sangre ácida", aseguran.

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Poco le queda al Tea para esas noches en vela en las que los fuegos en la orilla del río son la señal de que ha llegado la campaña, a la que desde tierra se suman familiares y amigos de los pescadores. "Algunas mujeres acompañan a sus maridos y preparan café. El año pasado había una embarazada de 8 meses pescando a las 6 de la mañana", afirman los forestales que cuidan también de que no se hagan trampas, como "enturbiar el agua tirando piedras".

Un poco más al norte el ambiente es menos festivo. Los valeiros del Ulla amenazan con encerrarse en la cofradía de Carril si la Consellería de Pesca no acepta renegociar las zonas de captura en la Ría de Arousa. Este colectivo, de carácter profesional, ya ha abierto la temporada y en una semana de faena sólo ha caído una lamprea, vendida, eso sí, por 75 euros. Dicen que son demasiadas embarcaciones, 20, para tan poco espacio. Y la lamprea aún guarda una tercera modalidad, as pesqueiras, construcciones de piedra que datan de la época romana e interrumpen el cauce como pilares que formaran un puente sin pasarela, entre los que se coloca la trampa.

Las escasas lampreas que han empezado a remontar los ríos deberán sortear en su recorrido a las embarcaciones de la desembocadura, las fisgas de los aficionados del Tea, las redes del Ulla y las pesqueiras de Arbo antes de desovar y morir en el fondo del cauce, con el permiso de los furtivos.

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