Oliveira castiga, el Zaragoza regala
El delantero marca una falta de pillo pero el Racing empata con un gol de penalti
Menoscabado en la Liga, donde transita a base de tortazos, el Zaragoza tampoco encontró en la Copa la receta para sus problemas. Selló un empate ante el Racing en un duelo donde cogió lo mismo que quitó. Oliveira castigó con un lanzamiento soberbio de falta; Sergio perdió una carrera con Serrano y cometió un penalti infantil para irse a la caseta antes de tiempo. Y el Racing, que jugó de perlas pero adoleció de falta de delanteros, aceptó sin rechistar el desenlace, que le arrima a los cuartos.
Juega el Racing a uno o dos toques, vertical, alegre. Corre el cuero y no tanto los futbolistas, que siempre llevan la cabeza levantada. Pero se pierde en los últimos metros, donde le falta tanta mordiente como gol. Anoche, además, tampoco estuvo el rebelde Munitis, convaleciente desde la semana pasada por un pelotazo del Athletic que le partió la muñeca. Lo padeció el Racing, que alcanzó con facilidad la segunda línea pero que se atragantó en el área rival, carente de un trescuartista de pase definitivo o un delantero que lanzara desmarques con inteligencia.
ZARAGOZA 1 - RACING 1
Zaragoza: López Vallejo; Diogo, Sergio, Ayala, Paredes; Gabi (Pavón, m. 75), Luccin, Celades (Zapater, m. 61), Sergio García; Diego Milito (D'Alessandro, m. 61) y Oliveira. No utilizados: Miguel y Juanfran.
Racing: Coltorti; Pinillos, Garay, Marcano, Luis Fernández; Pablo Álvarez, Duscher, Jordi (Ayoze, m. 83), Serrano; Smolarek (Jorge López, m. 46) e Iván Bolado (Colsa, m. 60). No utilizados: Toño y Navas.
Goles: 1-0. M. 21. Oliveira marca una falta por debajo de la barrera. 1-1. M. 74. Garay transforma un penalti cometido por Sergio.
Árbitro: Álvarez Izquierdo. Mostró la cartulina amarilla a Garay, Paredes, Diogo, Luccin, Jordi y Pinillos. Roja directa a Sergio (m. 73) y Luis Fernández (m. 90).
Unos 18.000 espectadores en la Romareda.
Poco le interesó la atractiva propuesta del adversario al Zaragoza, que reprobó la idea de rasear el balón y que se remitió a los puntas para expresarse. Balones a las caídas de Oliveira o Diego Milito, y llegada en tromba de los medios desde la segunda línea en busca de remachar la jugada. Así, sin juego exterior y poco dado a ensanchar el campo, el Zaragoza se golpeó sin remisión contra la zaga del Racing, que tapó con acierto la posibilidad del pase interior y que ninguneó la escasa creatividad del rival. Ni Luccin ni Celades ofrecen un pase vertical; ni Gabi ni Sergio García son volantes o jugadores de banda. Demasiadas deficiencias para gobernar un partido. Algo nimio para Oliveira, que no entiende del juego colectivo pero que retuerce a cualquiera con sus individualidades.
Anoche, Oliveira penalizó una mano de Garay en el vértice derecho del área. Dio un par de pasos hacia atrás y miró al frente, expectante, nervioso. Y, con el cuerpo hacia adelante, lanzó. Raso, por debajo de la barrera y sin dejar ver el cuero al portero Coltorti, que colaboró en la jugada y se lo tragó. Gol que evocó a la falta que tiró Ronaldinho el curso pasado ante el Werder Bremen en la primera fase de la Champions; gol que zarandeó al Racing, de juego chillón pero de escasa pegada. El Zaragoza, sin embargo, es generoso. Tras los intentos de Pablo Álvarez, que desbordó por el costado derecho y que se topó con el palo en una ocasión, Sergio cometió un penalti sobre Serrano. Y Garay no falló.
No se entienden Oliveira y el Zaragoza; uno envenena todo balón que pasa por sus pies -a veces lo entretiene demasiado-, y el equipo no sabe ganar ni cuando el rival no chuta a puerta. El Racing, espectador de juego preciosista, se aprovechó de ello.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.