La lección de Felipe González

"Soy muy diferente de como era Ramón. Yo hablo mucho. Él hablaba poco. Pero hay una cosa que compartía con él: el apuro que me produce que me den una distinción", afirmó ayer el ex presidente del Gobierno Felipe González nada más recoger en San Sebastián el Premio Ramón Rubial a la defensa de los valores socialistas.

Con todo, el apuro le duró poco y enseguida dejó patente su claro gusto por la palabra. Durante media hora, entrelazó los halagos a Rubial -un hombre "paciente, sin rencor, nada fundamentalista y capaz de comprender los cambios de la sociedad"- con reflexiones sobre cuestiones de actualidad. Así que se dirigió a los obispos para aclararles que "la laicidad es el fundamento de la convivencia entre distintos sentimientos de pertenencia o de adscripción etnicocultural o etnicoreligiosa". "Y los que no piensan así, los que tienen cualquier actitud integrista, tienden a excluir a los demás, porque el integrismo tiene mucho que ver con una especie de concepción ética de lo absoluto", subrayó. Los obispos, criticó, se creen "en posesión de la verdad absoluta" y quieren "salvar a los españoles de sus errores. Y estamos hartos de que nos salven".

El ex presidente e Iñaki Gabilondo reciben el premio Ramón Rubial

González se mostró además preocupado por "la dulce decadencia de Europa", porque "no se está percibiendo su pérdida de relevancia en el mundo". Y ratificó la idea que minutos antes había expuesto otro galardonado, el periodista Iñaki Gabilondo. "Es difícil ser vasco o ser español, porque siempre nos estamos preguntando qué es ser vasco o ser español", dijo el ex secretario general del PSOE, al tiempo que defendió "una mayor comprensión de la otredad". "La voluntad de convivir es imprescindible para convivir", apuntó Gabilondo.

La lista de galardonados se completó con Fito y los Fitipaldis y el Zinemaldia por su labor cultural, la Federación coordinadora de personas con discapacidad física de Vizcaya (Fekoor) por su solidaridad e Iberdrola como entidad vasca del año.