Eslovenia asegura que el polvorín de Bosnia es la peor amenaza para la región
Aunque todas las miradas de la diplomacia internacional están concentradas en el futuro de Kosovo, la inestabilidad creciente en Bosnia-Herzegovina está amenazando de manera cada vez más seria el futuro de los Balcanes. A juicio del primer ministro de Eslovenia y presidente de turno de la UE, Janez Jansa, "Bosnia-Herzegovina constituye el problema más grave para la estabilidad de los Balcanes occidentales".
La realidad es que el futuro de Kosovo está vinculado con el de Bosnia-Herzegovina, un Estado formado por dos entidades con amplias competencias: la Federación croata-musulmana y la República Srpska, de población mayoritariamente serbia. Ambas entidades permanecen unidas por lazos políticos muy endebles y las instituciones comunes tienen escaso poder. A medida que se consolida el proceso de la independencia de Kosovo, crecen a su vez las expectativas para la independencia de la República Srpska.
Jansa señaló que había que ver, en primer lugar, "si funciona el acuerdo de Dayton firmado en 1995 que puso fin a la guerra y creó estas instituciones". Aquel pacto, suscrito en la base militar estadounidense de Dayton, fue apoyado por los entonces presidentes de Serbia, Slobodan Milosevic; Croacia, Franjo Tudjman; y Bosnia, Alija Izetbegovic, y auspiciado por Estados Unidos y el resto de grandes potencias. A juicio de muchos analistas, el acuerdo sirvió para lograr la paz, pero no sentó las bases de funcionamiento de un Estado multiétnico.
La opinión del presidente de turno de la UE, el esloveno Janez Jansa, se centra en que la situación resulta muy inestable en un país, como Bosnia, que tiene que ser administrado por gobernantes internacionales desde hace 12 años. La guerra de Bosnia se desarrolló entre los años 1992 y 1995, causó cerca de 200.000 muertos y provocó el éxodo de cientos de miles de refugiados. Jansa considera que no se están cumpliendo los acuerdos establecidos en Dayton y sigue muy indefinida la voluntad de formar un Estado.
Bosnia-Herzegovina se encuentra sacudida desde finales del año pasado por una grave crisis política. El conflicto culminó con la dimisión del primer ministro, el serbio Nikola Spiric, como señal de protesta por las medidas adoptadas recientemente por el eslovaco Miroslav Lajcak, alto representante de la comunidad internacional, en el sentido de garantizar un funcionamiento más eficaz de las instituciones comunes de Bosnia.
Janez Jansa, antiguo luchador por las libertades democráticas de su país, que se declaró independiente en el año 1991 y se separó de la antigua Yugoslavia, mantiene muy buenas relaciones con muchos de los dirigentes de las antiguas repúblicas yugoslavas. Esta circunstancia lo sitúa en una posición privilegiada para encontrar soluciones en Kosovo que puedan encajar con los intereses de todas las partes.
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