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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inquietud contagiosa

La sensación de inseguridad ciudadana responde al impacto de delitos muy violentos

Algunos delitos espectaculares muy recientes, como el caso del asalto al domicilio del productor José Luis Moreno, y la proliferación de un tipo de delincuencia vandálica asociada a las bandas callejeras han resucitado la sensación de inseguridad ciudadana, una inquietud siempre latente en zonas urbanas. Es sabido que esta inquietud por la inseguridad en las calles no se fundamenta en datos objetivos; de hecho, las estadísticas muestran que no existe un repunte de la delincuencia en Madrid ni en otras ciudades españolas. Sí tiene una relación directa con la repercusión social de las personas que han sufrido las consecuencias de un hecho violento o con la repetición sistemática de delitos en una ciudad o en una zona localizada. Tal sería el caso de los frecuentes atracos cometidos en zonas residenciales de Barcelona que provocaron una cierta alarma en la capital catalana.

Sin embargo, uno de los motivos de la reciente inseguridad ciudadana es la percepción de que está apareciendo un tipo de delincuencia más organizado, agresivo y sistemático que el tradicional. Este es el hecho que hay que examinar, al margen de la evolución cuantitativa de los delitos e infracciones, que, por supuesto, es deseable que sea descendente. La inquietud entre los ciudadanos aumenta si, además, perciben que la policía y otros cuerpos de seguridad del Estado disponen de pocos medios para hacer frente a las bandas de delincuentes mejor organizadas y potencialmente más peligrosas. En este sentido, el Gobierno socialista ha hecho un esfuerzo con un aumento significativo de las plantillas de agentes y guardias. Puesto que no existe un aumento desorbitado de la criminalidad en España, sólo así se explica la creciente preocupación por la seguridad en las calles.

El tratamiento adecuado consiste en excluir la alarma histérica, analizar con prudencia los hechos y exigir a las autoridades una presencia proporcionada de policía en los barrios. Son casi lugares comunes que faltan agentes de policía en las calles, que la velocidad de respuesta frente a hurtos, agresiones o altercados es mejorable y que no siempre hay una buena coordinación entre cuerpos de seguridad. Con demasiada frecuencia los responsables políticos van más lejos en sus promesas que en la aplicación de inversiones para cumplirlas.

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