Transparencia fiscal

Cualquiera que haya visitado los Estados Unidos habrá advertido que en todos los recibos de compra aparecen, desglosados, el precio real del artículo y la cantidad de impuestos que se pagan, por muy pequeño que sea el importe. Será por esto por lo que el americano medio, al poder llevar al céntimo la cantidad de dinero que paga al fisco entre impuestos directos e indirectos, no perdona al político trincón ni la mala gestión, y es muy consciente de que nadie le da nada que no haya previamente pagado.

Ya que estamos a las puertas de la campaña electoral, me gustaría que a alguien se le ocurriera introducir en su programa la obligatoriedad legal de informar al ciudadano de los impuestos que paga por cada compra, ya que, actualmente, sólo conocemos la parte, mucho más pequeña, que representan los impuestos directos. Quizás de esta forma conseguiríamos ser mucho más exigentes con nuestros gobernantes y éstos interiorizarían el verdadero valor del euro a la hora de gastarlo. La duda es saber hasta qué punto les interesa tanta transparencia fiscal y si les conviene que nos enteremos de que los Reyes Magos de nuestro Estado de bienestar somos nosotros.