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Columna
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Acechados por el fracaso

Los problemas del Valencia CF y los de la formación política Esquerra Unida (EUPV) han sido noticia estelar esta semana pasada y no hay que forzar mucho la imaginación para hallar en esta coincidencia fortuita un nexo común: tanto en el club como en la mentada coalición ha cundido la necesidad de tomar decisiones radicales y desde luego polémicas para reorientar su respectivo rumbo y sesgar así un proceso que les precipitaba al fracaso o al abismo. En ambos casos ha de suponerse la buena voluntad de los responsables. Muy otra cosa es el acierto, la oportunidad e incluso las formas empleadas, del todo delirantes en lo concerniente a la entidad deportiva que preside Juan Soler, aparentemente sacudida por el pánico, la arrogancia y el derroche económico. Pero en esta columna sólo nos ocupamos de la actualidad política, por más que tan a menudo ande ésta involucrada con la futbolística.

Y, en efecto, el corolario de cuanto acontece en el ámbito de la referida izquierda puede describirse como el deseo e instinto de sobrevivencia de algunos de sus componentes partidarios -Iniciativa, Projecte Obert-Els Verds EE-, aunque para ello haya de provocarse una crisis y en definitiva una separación del sector controlado por el Partido Comunista, convertido en un lastre orgánico tanto en el ámbito del País Valenciano como en el estatal, donde el coordinador general Gaspar Llamazares también se ha sacudido esta rémora tan histórica como ortopédica y en suma anacrónica a la hora de establecer alianzas y estrategias con los grupos y formaciones emergentes. Además, y dicho con la crudeza que se debe en gracia a la claridad, tanto el PCE como el PCPV no venden ya una escoba, como revela el encogimiento de su censo militante, así como la nula incorporación de nuevos afiliados y precariedad electoral.

Cómo pueda repercutir esta escisión en las próximas elecciones de marzo es una incógnita que se resolverá en las urnas, si bien no parece un desiderátum -¿o sí?- alcanzar los 80.000 votos presentándose en coalición con el Bloc Nacionalista, y ello a pesar de los escasos recursos económicos y propagandísticos, propios de esta izquierda que lucha, precisamente, para eludir el testimonialismo y la marginalidad que le acecha como una fatalidad si no cambia de discurso, de praxis y se sacude viejas hipotecas. En esta ocasión, sin embargo, tan forzada austeridad estará atenuada por el relieve de la candidata, Isaura Navarro, titular de una gestión en el Congreso de los Diputados que suma tantas o más iniciativas e intervenciones a lo largo de la actual legislatura como el total de los diputados valencianos del PSPV y PP en Madrid, por no hablar de la pertinencia y agudeza de las mismas. Así las cosas, no harán falta elecciones primarias para configurar el cartel. Los hoy dirigentes de EU, decimos de Glòria Marcos y de sus afines, ya decidieron el suyo en una asamblea ad hoc, lo que, de cuajar, es un desatino y un motivo más de confusión.

Este conflicto que desgarra tanto a Izquierda Unida como a EU se prolongará todavía mediante disputas mediáticas e incluso judiciales por la propiedad de las siglas. Un proceso nada recomendable ante la inminencia de la cita electoral. Pero era inevitable, además de ser irreversible. Ahora el gran reto para la nueva formación -en realidad, nueva coalición- consiste en habilitar un espacio político cómodo para sus militantes y simpatizantes, movilizar segmentos sociales hoy alejados de los problemas cívicos y, como objetivo más apremiante, no perder el escaño en el Congreso, ya que supondría probablemente la desaparición del grupo parlamentario.

No obstante, debe esperarse que este episodio no se reduzca a una simple maniobra circunstancial y sus gestores contemplen objetivos a más largo plazo, cuales son la elaboración de un discurso novedoso -o no tan apolillado como el que viene impartiendo la izquierda hegemonizada por el PC- y el establecimiento de las bases para acabar con esta fragmentación ridícula de grupos y grupúsculos que convergen con distintas etiquetas en el crisol del ecosocialismo y país, en la versión autonómica que se elija. En definitiva, y volviendo al comienzo de estas líneas, una hoja de ruta más compleja que la del Valencia CF, fácilmente solventable ésta a golpe de talonario o de pelotazo urbanístico, sin excluir las purgas que otrora eran una perversión exclusiva de la política.

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