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Reportaje:

Voz con memoria

Esperanza Fernández desempolva estilos antiguos y les da una vida nueva en Recuerdos, su segunda grabación

Hace apenas unas semanas, Esperanza Fernández realizaba uno de sus habituales cambios de tercio. Dentro de la programación del V Festival de Música Española de Cádiz y junto a la concertista de guitarra clásica María Esther Guzmán, la cantaora interpretaba canciones de Turina, Nin y, sobre todo, de Manuel de Falla, con las Siete canciones populares españolas, un repertorio que le ha obligado a empaparse los discos de Teresa Berganza junto a Narciso Yepes. Esta dedicación suya a la música clásica, que no es nueva y cuenta con la celebrada interpretación de El amor brujo, supone solamente una de las vertientes en las que esta artista plasma su inquietud y creatividad. La cantaora, que se declara abierta a otras manifestaciones además de la que le es propia, ha mostrado su versatilidad en proyectos que la han acercado al jazz, como en aquel Cruce de caminos (Resistencia, 2001) junto al guitarrista Gerardo Núñez y el saxofonista Perico Sambeat, o en sus colaboraciones con el músico francés Jean Marc Padovani.

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Pero esta artista, que nunca ha dudado en embarcarse en proyectos arriesgados más allá del flamenco que le es natural, es, ante todo, gitana y flamenca por los cuatro costados y por todos sus ascendentes familiares. "Porque gitana nací / yo tengo la piel canela / el arte fue la cantera / donde de niña bebí / y además soy trianera", canta por fandangos en su reciente grabación, Recuerdos (Discmedi), el segundo disco de su carrera. Efectivamente, Esperanza es trianera por nacimiento por parte de padre, el cantaor Curro Fernández, y también tiene raíces en Lebrija por la rama de su madre. Cantar ha cantado desde siempre, aunque los aficionados empezaran a escucharla de adolescente, integrada en el grupo que portaba el nombre de esta familia de artistas en la que también se cuentan bailaores y tocaores.

Desde que en 2001 lanzara su disco de debú como solista, Esperanza Fernández (BMG), la artista guardaba el deseo y la necesidad de volcar en una grabación los sentimientos y la memoria acumulada desde la niñez para expresarlos de la forma natural de cantar que ella ofrece en directo. Para este propósito, ha contado con la perfecta complicidad del guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez, quien produce el disco además de acompañarle en seis de los diez temas. Cuatro se ofrecen como registrados en directo y aunque realmente "son de estudio", aclara la cantaora, "se han hecho como antiguamente, con la guitarra y la voz grabadas simultáneamente y en una sola toma, sin cortes". Es la manera que se adecuaba a su intención de que la grabación tuviera "mucho corazón y pocas máquinas".

Con este tratamiento, Esperanza Fernández ha rescatado la canción por bulerías Manolo Reyes, que escuchó de su abuela Salud y que le sirve para abrir el disco con una fuerza impactante. En la misma línea de recuerdos hechos cante se sitúan los tangos trianeros de El Titi y la siguiriya que de niña escuchaba al lebrijano Chache Lagaña. Lo de la farruca es un homenaje a Pastora Pavón, aunque la artista confiesa haberla interpretado a su aire. Lo mismo que las cantiñas de Pinini, dichas con donosura. Y, frente a estos rescates que ella refresca desde el presente, dos estilos no precisamente habituales: los fandangos de Huelva -el único tema de letra no tradicional- que le ha regalado el guitarrista José María de Lepe y unos abandolaos fandangos de Lucena dedicados a Fosforito, en cuyos discos antiguos investigó y se inspiró para ponerlos en pie. Y dos caprichos para completar, uno del productor y otro suyo. Del guitarrista fue la idea de interpretar la copla Antonio Vargas Heredia y suya la de hacer el himno de los gitanos Gelem-Gelem en versión romanó, con Dorantes al piano.

Una grabación, pues, sin concesiones -de cante cabal y directo, palmas y unas exuberantes guitarras (también le acompañan su hermano Paco y Miguel Ángel Cortés)-, con la que la artista vuelve a mostrar su exquisita compostura y profesionalidad, la que le ha hecho ganarse un espacio de respeto en el panorama del arte no solamente flamenco. -

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