Bosé se enfada
Miguel Bosé está enfadado con la televisión. Lo dijo en La Uno, con Pepa Bueno, el día que celebraba sus treinta años con el oficio. Si esa basura que tantas veces se ve es el viático que hay que pagar por ser español, si esa mierda, vino a decir literalmente el cantante, hay que soportarla para ser de aquí, entonces bórrenme, "no quiero ser español". A Pepa Bueno, que le hizo una entrevista excelente, sólo le faltó gritarle "¡olé!". Lo dijo el público, con un aplauso que sonó, en la tele, como el amplificador de una crítica cada vez más abierta contra el uso de la vida privada como anzuelo para las audiencias. "Me da vergüenza sentirme español". Lo que dijo Bosé no es ninguna broma, fue una denuncia en toda regla, a la que sólo le faltaron los nombres y apellidos. Los adjetivos fueron clarísimos: por qué él tiene que comparecer en programas donde se hurga en su vida privada, y los que hurgan se escudan en su matonismo mafioso. Si esto está ocurriendo, ¿por qué no se hace efectiva la regulación de la que tanto se habló en su momento? Pues porque manda la audiencia, Bosé, y ese vellocino de oro convence más que tu diatriba. En Telemadrid, Jesús Quintero le estaba haciendo una buena entrevista, también, a Antonio Gala, contertulio suyo casi todas las temporadas, esté donde esté. Gala es muy suculento para entrevistas, y estuvo especialmente ocurrente, como siempre. Estamos en la época de la compenetración, más que en la época de la penetración, en el ámbito del amor; España no va mal; la oposición, que ha tenido un comportamiento terrible, deleznable, en esta legislatura, quiere decir que va fatal, pero no va nada mal; la memoria histórica está muy bien, hay que practicarla; y hay que practicar el olvido personal, pero es peligroso el olvido colectivo. Hubo más perlas, pero no sé por qué me pareció que el cabreo de Bosé y la reflexión de Gala se hubieran encontrado muy felices en el mismo escenario.
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