De nuevo en la brecha

Constitución en mano contra la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Probablemente así será recordado por muchos Manuel Pizarro, ayer presidente del grupo eléctrico y hoy, sólo dos meses después, consejero de Telefónica. Pero hay un momento clave en la biografía de Pizarro mucho más relevante y mucho menos público que su defensa acérrima de Endesa. En virtud de su amistad con José María Aznar, Pizarro (Teruel, 1951) se pasó los primeros años del PP en el poder proponiendo nombramientos de primer nivel. Uno de ellos fue el de Alierta, nombrado presidente de Tabacalera (hoy Altadis) a la llegada de Aznar a la Moncloa. El círculo se cierra: Alierta le devuelve ahora la jugada con un sillón en el consejo de Telefónica.

Postuló a su amigo y paisano Alierta como presidente de Altadis

Alierta y Pizarro tienen varias cosas en común. Ambos son aragoneses. Ambos forjaron su posterior carrera empresarial como agentes de Bolsa. Ambos fueron nombrados presidentes de empresas privatizadas con el PP en el poder. Eso sí: con la llegada del PSOE al Gobierno la cohabitación de Alierta fue mucho menos ruidosa que la de Pizarro, metido en una guerra por tierra mar y aire por el control de Endesa que al final se saldó con la entrada de la alianza entre Acciona y la italiana Enel. Y que sirvió para poner de relieve el carácter de Pizarro: un hombre afable y tranquilo en las distancias cortas, pero capaz de defender "con uñas y dientes" lo suyo. El entrecomillado es del propio Pizarro.

Licenciado en Derecho y Abogado del Estado, cercano al PP -y a la FAES- y con un extenso currículo tanto en la Administración como en la empresa privada, Pizarro llegó a sonar incluso como ministro por su amistad con Aznar y, en menor medida, con Rato. Sin embargo, siempre aseguró que prefería estar fuera de la política. Eso no le impidió ser uno de los urdidores de una casta de profesionales que llegó a las grandes empresas privatizadas con el Ejecutivo del PP. Además de Alierta, el nombre de Pizarro se asocia también con el nombramiento de Francisco González al frente del BBVA, e incluso con el de Jaime Caruana en el Banco de España. Todos ellos proceden de la Bolsa, donde en el pasado crearon sus propias sociedades.

Al llegar a Endesa, Pizarro podía presumir de contar con amigos en todas partes. También en el PSOE, con el que trabajó al ocuparse de los aspectos jurídicos de la expropiación de Rumasa: entre 1983 y 1987 fue asesor jurídico de la secretaría de Estado de Economía y subdirector de Expropiaciones de la Dirección General de Patrimonio. Después fundó su agencia de valores, Ibersecurities, y desde allí pasó a Ibercaja -la caja de ahorros aragonesa- y a la presidencia de la CECA. Entre 1998 y 2002 fue vicepresidente de Endesa y en mayo de 2002 fue nombrado presidente, cargo que ocupó por algo más de cinco años.

El aterrizaje en Telefónica es toda una sorpresa por la extrema tirantez de sus relaciones con Zapatero en el tramo final de la puja por Endesa. Pero de nuevo como consejero, Pizarro podrá volver al perfil bajo que tenía hace unos años y a su ideario de entonces ("hacer de consejero, sin estorbar"), a disposición de Alierta. "Hago lo que me manden, procuro no tener aristas y no engañar a nadie", decía entonces, cuando decía que llegar a la presidencia no le atormentaba y que si le pedían opinión la daba de forma sincera. "Me consultan y digo lo que pienso", decía hace una década.

A Endesa llegó para "defender la minería" de Teruel. Para ello, Ibercaja adquirió el 1% de la eléctrica. Amante de los gestos, él mismo adquirió entonces una acción. Al marcharse -con el aplauso de los accionistas, por cierto-, contaba con algo más de 100.000 acciones de Endesa. No se sabe con qué objetivo accede al consejo de Telefónica, pero será interesante seguir su trayectoria como accionista.