El Atlético triunfa en los bajos fondos
El conjunto de Aguirre gana al Getafe en un durísimo partido, en el que hubo 15 tarjetas y cuatro expulsados
En un partido taquicárdico, de combates varios, unos futbolísticos (pocos) y la mayoría de corte barriobajero, el Atlético se impuso a un Getafe que comenzó negociando el resultado desde el fútbol y acabó haciéndolo a tortas. Así lo quisieron él y su rival, un Atlético que es capaz de todo. De morir de éxito, incluso.
ATLÉTICO 1 - GETAFE 0
Atlético: Abbiati; Antonio López, Perea, Eller, Pernía; Maxi (Cleber, m. 88), Raúl García, Maniche, Simão (Reyes, m. 60); Agüero y Forlán (Luis García, m. 90). No utilizados: Falcón; Valera, Zé Castro y Mista.
Getafe: Abbondanzieri; Cortés (Contra, m. 67), Cata Díaz, Mario (Belenguer, m. 46), Licht; Pablo Hernández, De la Red, Casquero (Kepa, m. 76), Granero; Manu y Albín. No utilizados: Ustari; Celestini, Pallardó y Nacho.
Goles: 1-0. M. 20. Forlán, a pase de Simão.
Árbitro: Clos Gómez. Expulsó a Agüero (m. 65), Licht (m. 72) y Abbbodanzieri (m. 77), por doble amarilla, y a Reyes (m. 79) con roja directa. Amonestó a Maniche, Perea, Díaz, Cortés, De la Red, Raúl García, Maxi, Kepa y Manu.
Unos 50.000 espectadores en el Calderón.
Empezaron negociando el resultado desde el fútbol y lo acabaron haciendo a tortas Todo se inició con una patada salvaje de Maniche y concluyó con Contra de portero
La culpa de lo ocurrido, de las 15 tarjetas, de las cuatro expulsiones, de los golpes, el ruido, los desafíos, la lucha libre en la hierba, alguna cabeza vendada, el Bronx a orillas del Manzanares la tuvieron, por supuesto, los dos equipos, a quienes ayudó un árbitro incapaz de hacerse respetar. En el Calderón se habían vivido tardes de éxtasis, disfrutando la grada de los goles de siete en siete. Ayer todo fue distinto. Ayer, el fútbol sufrió una encerrona. Y huyó despavorido.
Hubo muchos culpables, pero el primero en sacar el cuchillo fue Maniche, que en un balón dividido soltó una coz al Cata Díaz, una patada salvaje, que recordó el célebre pisotón de Simeone que agujereó el muslo de Guerrero. Fue como un toque de corneta. El partido, hasta entonces, sin ser un dechado de virtudes, viajaba agarrado al buen fútbol que intentaba mostrar un valiente Getafe y a la habitual, y espectacular, propuesta del Atlético. Que se vio pronto por delante, en la primera aparición de Simão. Es éste un futbolista que está por descubrir en el Manzanares. Tiene presencia, velocidad, desborde, regate, disparo y más potencia de la que su menuda figura anuncia. Simão no será un jugador al que persigan los focos, pero hay momentos en que su labor es impagable. Para desatascar un partido, por ejemplo. No había noticias del ataque rojiblanco, más allá de un pase (que más que pase era una ilusión) de Agüero que se volatilizó ante Forlán, cuando el argentino bajó el balón de cabeza hacia Simão. Éste se frenó, esperó a Cortés, que se quedó a medio camino, aguantó al Cata Díaz, amenazó con irse, pero no se fue; o sí, se fue, por la banda, el balón cosido al pie, la cabeza erguida, deprisa, deprisa, hasta la línea de fondo, desde donde mandó el centro al área pequeña, al territorio de Forlán, que lo mandó dentro. Sencillamente, perfecto.
Pero el éxito a veces mata al Atlético. Que reculó y regaló el balón al Getafe. A todo esto Maniche, que hasta entonces sólo se había hecho presente para bien, hirió a Díaz. Al poco, éste intentó cazar a Agüero. Comenzaba el intercambio de golpes. Y eso que Granero intentaba dar criterio al dominio del Getafe, mientras Agüero y Maxi trataban de crear, de sacar al Atlético de la parálisis que le invadía.
Al poco de la reanudación, el área del Atlético se convirtió en un ring. Belenguer agarró a Pera, se subió encima, aquél intentó desprenderse de él, ambos hechos un ovillo que deshizo el puñetazo del colombiano. Rozó al rato el Getafe el empate. De la Red chutó, Abbiati despejó al larguero, Albín cabeceó y el portero logró despejar de nuevo. Ahí murió el partido. Agüero simuló un penalti y vio la primera amarilla, antes de volar en el área y tocar el balón con la mano, desequilibrado por un rival. Fue expulsado. Y estalló la guerra. Granero empujó a un recogepelotas, Aguirre se encaró con Belenguer, Licht vio la segunda amarilla por patear a Maxi, el Pato le acompañó a la ducha tras despejar con la mano fuera del área, Reyes enloqueció y sacó el hacha, y Contra, de portero, y el Getafe mordiendo en busca del empate, y el árbitro repartiendo tarjetas sin ton ni son, y el fútbol desaparecido. Un asco.
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