El jugador que desapareció
Drenthe, que costó 14 millones al Madrid, jugó dos minutos en las últimas seis jornadas
Royston Ricky Drenthe (Rotterdam, 1987) llegó a Madrid con su padre, su madre y su novia para crear el perfecto hogar de Surinam, un sitio donde se cultivan los vínculos del clan en un ambiente con aroma a bacalao con pollo y patatas dulces, y en el que se baila kaseko y se recita hip-hop y kawina al ritmo de grandes tambores. El desembarco de Drenthe en el Madrid fue ruidoso y agitado. Fue titular en tres de los primeros cuatro partidos de Liga. Luego empezó a desaparecer. Cuando le hizo un gol al Partizan, en el Trofeo Bernabéu, el miércoles, los 55.000 asistentes experimentaron una especie de flashback. De pronto, cayeron en la cuenta de que Drenthe seguía vivo.
En el vestuario le observan con una mezcla de compasión, desdén y curiosidad morbosa. El hombre luce zapatos de charol y estampados de huesos y calaveras, y adopta una pose amenazante y altiva. Su concepto magnífico de sí mismo contrasta con su ínfima participación en los planes de Bernd Schuster. Ambos mantienen una relación tensa. El técnico le concedió dos minutos en las últimas seis jornadas de Liga.
La gente de Surinam es orgullosa y Drenthe siempre fue un representante extremo de su nación. Sus maestros lo advirtieron desde que ingresó en las categorías inferiores del Feyenoord, con 10 años. Para aleccionarlo, le enviaron a un club pequeño, el Excelsior. Allí estuvo a punto de enterrar su carrera. Marc van Lochem, responsable de la cantera, lo evoca crispado: "Se comportó tan mal que le expulsamos durante un mes. No quería aceptar la disciplina de grupo. Su entrenador me dijo que no podía con él. Yo le dije: 'Dámelo a mí'. Le obligué a entrenarse con la ropa del Feyenoord. 'Eres indigno de ponerte la camiseta del Excelsior', le dije. Él repetía: "Soy el mejor". Iba de niño de oro y necesitaba un manual de instrucciones. Le obligué a entrenarse con unos veteranos. Les hartó a órdenes. Cuando acabó la práctica le habían pegado tanto que estaba al otro lado de la valla".
Cuando se anunció su fichaje por el Madrid, en agosto, Drenthe sorprendió a los oyentes de la radio rapera más popular de Holanda, la 538, con un anuncio cómico: "Me apetece mucho esta aventurita".
El viejo Pope de Haan, el hombre que le rescató de la intrascendencia en el Feyenoord, el seleccionador del equipo Sub-21 de Holanda, se agarró la cabeza: "Sería mejor que Drenthe jugase todos los domingos durante dos años en Holanda antes de dar ese paso".
Leo Beenhaker se lo tomó a broma: "Vi a Drenthe en un Feyenoord-Groningen. Cometió unos errores enormes. Si lo hace en el Bernabéu mejor que se quede dos días en casa. Igual se ha ido demasiado pronto. ¿Y qué? En el peor de los casos tendría que irse al Schalke o al Valencia. No pasa nada. ¡Si has estado en el Madrid puedes jugar en cualquier parte!
Van Nistelrooy le recomendó ir con cautela: "En el Madrid hay que seguir ciertos ritos. Es importante entender lo que dicen los españoles. Sólo te puedes integrar si te mezclas en las conversaciones. En los últimos años, 50 jugadores debieron marcharse del club. Es un número bizarro".
La advertencia, por ahora, no cala en Drenthe. Alguien en el club -nadie ha asumido la autoría del fichaje- decidió pagar 14 millones de euros por su aventurita.
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