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Resistir es vencer

Tal vez podríamos llamarlo la paradoja de Nicaragua; no del país centroamericano que gobierna de nuevo Daniel Ortega, sino de la calle barcelonesa donde tiene su sede el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). La paradoja consiste en que, por un lado, dicho partido goza a día de hoy de una hegemonía política, institucional, cultural y mediática difícil de emular en el Occidente democrático. Pero, por otra parte, una de las claves de aquella hegemonía -el hecho de ser la franquicia catalana de la marca PSOE, la distribuidora exclusiva en esta comunidad de productos tan acreditados como el felipismo antaño o el zapaterismo hogaño-, obliga a los socialistas del Principado a soportar de un modo estoico -y, últimamente, con inquietante frecuencia- desaires doctrinales, ofensas gestuales o verbales y contradicciones entre los dos hemisferios de su subtítulo, entre las dos siglas separadas por el guión: PSC y PSOE.

El PSC está impávido y pone la otra mejilla con su apoyo a la ministra de Fomento

Como decía, y seguramente en razón de la proximidad de las elecciones generales, durante las últimas semanas se han multiplicado los episodios de maltrato moral, desde el socialismo español, hacia la sensibilidad y la cultura política de sus correligionarios catalanes. El lunes 19, el vicepresidente económico Pedro Solbes reiteró con toda rotundidad, durante una conferencia y una cena en Barcelona, que el Gobierno central no hará públicas las balanzas fiscales entre comunidades autónomas, ya que eso "tiene sus problemas"... Sí, tiene el problema de que haría visible el escandaloso expolio soportado por Cataluña; pero, ¿no son graves también el incumplimiento de otra promesa de Rodríguez Zapatero, la burla a una resolución del Congreso o el dejar al presidente Montilla y al consejero Castells mal armados con vistas a la crucial batalla de la nueva financiación de la Generalitat? Todo ello, no obstante, parece preocupar poco en La Moncloa y en Ferraz, y tampoco ha suscitado ninguna reacción significativa del PSC.

La víspera de la declaración de Solbes, los socialistas catalanes ya habían tenido que encajar en silencio la arrogancia chulesca de la ministra de Fomento, la inefable Magdalena Álvarez, cuando se envolvió sin pudor en su identidad territorial y de género -"la dignidá de la mujé malagueña..."- para esconder la incompetencia y la irresponsabilidad política que en estos momentos dicha señora personifica. No lo he indagado, pero tampoco creo que la cúpula del PSC o el consejero Nadal hubiesen sido consultados sobre la oportunidad de distribuir por el área de Barcelona, encartado en algunos diarios del pasado domingo, ese folleto publicitario de 16 páginas sobre La red de Alta Velocidad, cuyo texto de cabecera se titulaba Momentos clave en la historia del AVE... Sin duda, los barceloneses que llevan 15 años esperando el dichoso tren, las gentes del Baix Llobregat que ya han sufrido bastantes momentos clave de esa historia, apreciaron el rasgo de humor negro -¿o era recochineo?- a cargo del erario público.

El pasado lunes, la prensa más madrileñocéntrica y derechista hizo llegar a los principales despachos de la calle de Nicaragua unos cuantos bouquets florales más, remitidos también por altos jerarcas del PSOE. En declaraciones a La Razón, el ex ministro José Bono -inminente cabeza de lista por Toledo, con expectativas de ser el próximo presidente del Congreso- afirmaba: "Antes de soportar golpes o amenazas separatistas, prefiero un entendimiento con el PP"; se confesaba "más favorable a la igualdad de derechos y oportunidades de los españoles que a la autonomía de los territorios", y aleccionaba a sus compañeros catalanes que "apoyan planteamientos nacionalistas": "Para ser nacionalista ya está CiU, y los socialistas no debemos ni imitarles ni empujarles. (...) Si el PSC hubiera tenido en las autonómicas los mismos votos que en las generales, hubiese ganado y no habría necesitado gobernar con separatistas".

El sucesor de Bono en la presidencia de Castilla-La Mancha, José María Barreda, se despachaba el mismo día desde las páginas de El Mundo. A su juicio, que "habiendo hecho una legislatura tan buena", el PSOE no termine de despegar en las encuestas es imputable en gran parte "al Estatuto y todos los líos en torno a la figura de Pasqual Maragall". "Yo quiero", añadía, "que mis paisanos que viven en Cataluña y que son catalanes y castellanomanchegos puedan estudiar en su lengua materna todo el ciclo educativo". Tras apropiarse así de una de las promesas electorales de Mariano Rajoy, el señor Barreda abrazaba además la línea propagandístico-agitatoria del diario que le estaba entrevistando, y advertía: "Es una barbaridad política, científica e historiográfica que en los libros de texto de Cataluña no figure la palabra España".

Ante tal chubasco de jugarretas, impertinencias, reconvenciones y muestras de menosprecio emanadas del "Gobierno amigo" y del "partido hermano", el estado mayor que capitanea Miquel Iceta ha abierto el paraguas y permanece impávido, sin defenderse e incluso poniendo la otra mejilla, léase apoyando con los votos del PSC la chirriante continuidad de Magdalena Álvarez. Algunos adversarios e incluso socios han calificado esta actitud de "sucursalista"; pero yo la calificaría más bien de "negrinista", en referencia al presidente Juan Negrín y a su célebre consigna de 1938: "Resistir es vencer". Con una ventaja para Iceta y los suyos: además de prescribir resistencia, el doctor Negrín confiaba en unos apoyos exteriores que no llegaron; en cambio, el PSC tiene ya garantizado un decisivo auxilio externo: el del Partido Popular con su lastre anticatalanista, con sus amenazas a la inmersión lingüística, a la vigente ley electoral, etcétera. Por tanto, hoy toca resistir, y mañana -¿acaso el PP no sería mucho peor?- vencer.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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