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EL ACENTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Depresión inglesa

El error fue exportarlo. Si la reina Victoria hubiese firmado una ley prohibiendo que los marineros, comerciantes y aventureros ingleses de la segunda mitad del siglo XIX jugasen al fútbol fuera de su país, la patria que inventó ese deporte se hubiera evitado la humillación que hoy sufren los súbditos de Isabel II.

Ninguna contribución inglesa ha despertado tanto fervor en la humanidad. Pero la ingratitud con la que la humanidad le ha respondido ha sido colosal. El último caso se dio el miércoles cuando Croacia (4,5 millones de habitantes) derrotó a la selección inglesa en Wembley (2-3), negándole el paso a la fase final de la Eurocopa. Ha sido un golpe duro por varias razones, empezando por el problema de fondo que aflige a gran parte del colectivo inglés: una incapacidad patológica de reconocer que hace mucho que el sol se pone sobre su Imperio. En el caso de la competición de la que acaban de ser eliminados, han tenido que vivir una especie de tortura china. Primero, porque tras fracasar de manera vergonzosa en la Eurocopa de 2004 y el Mundial de 2006, se suponía que el nombramiento de un seleccionador nacido en Inglaterra (el anterior era sueco) inyectaría un nuevo dinamismo churchilliano en el equipo. Ocurrió todo lo contrario.

De auténtico suplicio puede calificarse el último año y medio para la selección inglesa. Pero gracias a una inesperada derrota de Rusia ante Israel el fin de semana pasado sólo tenían que empatar en casa contra Croacia para pasar a las finales.

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No pudieron, y al hundimiento anímico que hoy sufren los ingleses se suma la expectativa, según un profesor universitario citado por la BBC, de que la economía perderá unos dos mil millones de libras, consecuencia no sólo del descenso en la venta de camisetas sino de la productividad del traumatizado trabajador inglés.

Tanto dolor quizá abra las puertas de la sabiduría; quizá ayude a los ingleses a entrar en razón y aceptar el humilde papel que actualmente le corresponde a su selección. Ya hay indicios alentadores. Tras el despido ayer del seleccionador, Steve McClaren, los aficionados claman por un extranjero que les redima. Suenan los nombres del portugués José Mourinho y el del ex entrenador del Real Madrid, Fabio Capello. A la reina Victoria no le hubiera hecho la más mínima gracia.

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